Por Borja Vilaseca

Los “feelfreenianos” son individuos libres y conscientes que construyen sus relaciones desde el ser, trabajándose interiormente para respetar y potenciar la libertad de los demás.

Después de muchos siglos marcados por la esclavitud, la opresión y el totalitarismo, poco a poco vamos a presenciar el amanecer de la era de la libertad y la responsabilidad personal. La cultura de clanes y nacionalismos –donde unas oligarquías en la sombra determinaban la vida de la mayoría– está dejando de tener sentido. A lo largo de la próxima década, el faraónico tamaño del Estado y de la clase política va a reducirse drásticamente hasta alcanzar una versión más minimalista. Y no por una cuestión ideológica, sino porque es completamente ineficiente e insostenible.

Lo cierto es que el liberalismo ha venido para quedarse. Y éste parte de la premisa de que los seres humanos han de gozar de soberanía y libertad para co-crear su propia forma de vivir su vida. El único requisito es que empleen su libertad personal de forma madura, consciente y responsable, de manera que respeten la libertad del resto de personas. En última instancia, se trata de que los ciudadanos recuperen el poder que en su día perdieron en detrimento de las instituciones que jamás los representaron.

Si bien todavía queda mucho camino por recorrer, este cambio de paradigma sin precedentes en toda la historia de la humanidad está incentivado por el despertar de la consciencia y la revolución del sistema educativo. Estamos siendo testigos de cómo la sabiduría se está democratizando, fomentando que cada vez más personas cuestionen su vieja forma de pensar y se liberen de sus cadenas mentales. Como consecuencia, la sociedad –tal y como la conocemos– está muriendo, dando paso al nacimiento de cada vez más individuos.

Curiosamente, las palabras “individuo” e “individualismo” tienen muy mala prensa. No en vano, hemos nacido en una sociedad que en vez de educarnos para pensar por nosotros mismos nos ha adoctrinado para pensar de la manera a la que interesa al establishment. En vez de potenciar nuestra singularidad como seres humanos, nos hemos dejado moldear de forma estandarizada. Esta es la razón por la que quienes piensan diferente a como lo hace el rebaño son juzgados como “ovejas negras”. Irónicamente, se habla mucho de libertad de expresión. Sin embargo, ¿de qué sirve si no existe la libertad de pensamiento?

Evidentemente, el orden social establecido (statu quo) va a hacer lo imposible por preservar su poder e influencia. Y es que, ¿a qué Estado le interesa un pueblo sabio, consciente, responsable y libre? Parece que lo que le conviene son personas ignorantes, inconscientes y desempoderadas. De hecho, el único obstáculo que nos impide a los ciudadanos recuperar nuestro poder personal es vencer nuestro profundo miedo a la libertad. Más que nada porque asumir que somos co-creadores y corresponsables de nuestra vida nos incomoda tanto como nos aterra.

CARCELIANOS VS FEELFREENIANOS
“El ser humano nace libre, pero en todos lados está encadenado”

(Jean-Jacques Rousseau)

Ahora mismo se está produciendo un choque de paradigmas entre dos formas muy diferentes de entender y de vivir las relaciones humanas. Por un lado están los “carcelianos”. Representan la vieja forma de concebir los vínculos, basada en las creencias limitantes de ese gran carcelero conocido como “ego”. A pesar de construir relaciones limitantes, conflictivas e insatisfactorias, los carcelianos siguen siendo mayoría.

Por otro lado, están los “feelfreenianos”, un colectivo minoritario emergente en nuestra sociedad que crea sus relaciones desde el ser y la consciencia. En inglés, “feel free” significa “siéntete libre”. En el fondo no es más que una invitación a vincularse de forma libre y respetuosa, empleando verdades verificadas con las que mantener relaciones mucho más armónicas y satisfactorias. Para lograrlo, primero hemos de conquistar nuestra propia libertad interior, rompiendo cualquier cadena mental que nos oprima. En líneas generales existen 10 grandes diferencias entre un colectivo y otro:

  1. Apego vs desapego. Los carcelianos parten de la creencia limitante de que “necesitan a los demás para ser felices”. De ahí que establezcan vínculos basados en el apego. En cambio, los feelfreenianos han verificado empíricamente que nadie puede hacerles felices del mismo modo que ellos tampoco pueden hacer felices a nadie. Principalmente porque la verdadera felicidad reside en el interior de cada ser humano. Esta es la razón por la que crean relaciones basadas en el desapego, el cual no hay que confundir con la insensibilidad o la indiferencia.
  1. Victimismo vs responsabilidad. Los carcelianos adoptan una actitud victimista frente a la vida. Lo cierto es que están convencidos de que el resto de personas son la causa de su malestar y sufrimiento. Tanto es así, que suelen culpar a los demás por lo que sienten. En cambio, los feelfreenianos saben que nadie tiene el poder de herirles emocionalmente sin su consentimiento. Son plenamente responsables de sus emociones. Y están comprometidos con dejar de perturbarse a sí mismos, aprendiendo a domesticar su mente y sus pensamientos.
  1. Decepción vs fluidez. Los carcelianos cuentan con una mente rígida y esperan inconscientemente que los demás cumplan con sus expectativas. Se creen que son el centro del Universo y se decepcionan cada vez que alguno de sus amigos no actúa o se comporta como ellos desean. Debido a su egocentrismo suelen cosechar mucha frustración. En cambio, los feelfreenianos liberan a los demás de tener que cumplir con sus expectativas. Cuentan con una mente mucho más flexible y altruista. Y han aprendido a fluir con lo que la realidad les depara en cada momento.
  1. Amor condicionado vs amor incondicional. Los carcelianos siempre quieren algo de los demás que llene su propio vacío interior. Su amor es mercantilista y está condicionado. Quieren a los demás en función de cómo se comportan con ellos. “Si me das lo que espero, te quiero.” En cambio, los feelfreenianos se sienten abundantes y aman los demás por lo que son. No limitan su capacidad de amar en ningún caso. Más que nada porque han comprobado que el amor beneficia más al que ama que al que es amado.
  1. Paternalismo vs respeto. Los carcelianos son orgullosos y paternalistas. Dado que les incomoda ocuparse de sus propios asuntos emocionales, tienden a intentar cambiar a los demás bajo el pretexto de que creen saber lo que a estos les conviene. En cambio, los feelfreenianos cultivan la humildad y el respeto. Dedican tiempo y espacio a atender sus necesidades emocionales, aprendiendo a ser felices por sí mismos. Esto es lo que les permite aceptar y respetar a los demás tal como son, aunque no estén de acuerdo con ellos.
  1. Falsedad vs autenticidad. Los carcelianos son buenistas. Es decir, creen que lo más importante es ser buenas personas. En el fondo, lo que anhelan es gozar de una buena imagen y reputación social. De ahí que suelan llevar una máscara puesta, adoptando en ocasiones conductas falsas e hipócritas. En cambio, los feelfreenianos han pasado por un proceso de autoconocimiento que les ha permitido madurar, liberándose de cualquier careta que les aleje de su autenticidad. Saben que lo más importante es estar bien consigo mismos y establecen vínculos basados en la honestidad.
  1. Esclavitud vs libertad. Los carcelianos están atrapados por una sutil esclavitud psicológica: les importa demasiado lo que piense la gente. Tanto es así, que temen que si se priorizan, los demás les tacharán de “egoístas”. Por eso les cuesta decir que “no” a los demás. En cambio, los feelfreenianos han conquistado su libertad interior. Han aprendido a priorizarse a sí mismos, amándose a sí mismos con todo su corazón. Más que nada porque saben que la relación más importante es la que establecen consigo mismos. Y que el resto de relaciones no son más que un juego es espejos y proyecciones.
  1. Dependencia vs autosuficiencia. A los carcelianos nos les gusta la soledad. A menudo consideran que estar solos es un fracaso. Tienden a construir relaciones basadas en la dependencia emocional. Suelen juntarse en grupos grandes para mantener conversaciones superficiales, dificultando la posibilidad de establecer conexiones emocionales profundas. En cambio, los feelfreenianos son autosuficientes. Necesitan la soledad para cultivar la relación íntima consigo mismos, convirtiéndose en sus mejores amigos. Así es como pueden intimar verdaderamente con otras personas.
  1. Control vs aceptación. Los carcelianos manipulan y chantajean emocionalmente a los demás para lograr lo que quieren. Tienden a enarbolar la bandera del moral, tratando de hacer sentir egoístas o culpables a quienes no se someten a su criterio. En cambio, los feelfreenianos no emplean la manipulación ni el chantaje emocional. Comprenden que las relaciones humanas se establecen de forma libre y voluntaria. De ahí que simplemente acepten a los demás tal como son.
  1. Envidia vs admiración. Los carcelianos se comparan entre sí y a menudo sienten celos y envidia. No en vano, todavía no se han liberado de sus cadenas mentales ni convertido en quienes pueden llegar a ser. De ahí que se sientan inseguros y acomplejados. En cambio, los feelfreenianos comprenden que cada ser humano es único y singular. Y que de nada sirve compararse. Admiran a aquellas personas auténticas que destacan por su valía y originalidad. Cultivan la compersión, alegrándose genuinamente por la alegría de sus allegados.

En definitiva, las relaciones carcelianas están basadas en el infantilismo, la obligación y la esclavitud. Mientras, las relaciones feelfreenianas se construyen sobre la madurez, la ilusión y la libertad. Lo cierto es que dentro de cada uno de nosotros existe un carceliano y un feelfreeniano. La pregunta es: ¿a cuál de los dos estamos alimentando más?

AMISTAD FEELFREENIANA
“Un amigo es aquel que te da total libertad para ser tú mismo”

(Jim Morrison)

Yendo a un ámbito más práctico, ¿cómo son en general las relaciones cuando están tiranizadas por el ego? ¿Y cómo son cuando quitas el ego de la ecuación? Pongamos por ejemplo que mañana es la cena de cumpleaños de nuestro amigo Pedro. Ha reservado una mesa para 10 en un restaurante. Y a pesar de haber confirmado nuestra asistencia semanas atrás, nos sentimos cansados y sin ganas de asistir. Finalmente le comunicamos que nos sabe fatal pero que hemos tenido una semana muy intensa de trabajo y que nos quedamos en casa para descansar.

En el caso de ser carceliano, Pedro insiste en que vayamos, empleando el chantaje emocional, recordándonos que él nunca ha fallado a ninguna de nuestras cenas de cumpleaños. Llegado a este punto, podemos ceder a su manipulación e ir para evitar que Pedro se enfade. Por el contrario, si nos mantenemos firmes a nuestra negativa es bastante posible que Pedro se sienta decepcionado, produciéndose un conflicto entre nosotros.

En el caso de ser feelfreeniano, Pedro agradece que le avisemos, pues igual aprovecha para llamar a otro de sus amigos cercanos para ocupar nuestra plaza. Y si bien le sabe mal porque evidentemente le gustaría contar con nuestra presencia, acepta nuestra decisión. Y no solo eso, nos emplaza a quedar otro día para celebrarlo juntos mano a mano, empleando el latiguillo “feel free”. Paradójicamente, al respetar nuestra libertad, se produce una mayor conexión y comunión, afianzando el vínculo entre nosotros.

Curiosamente, el feelfreenianismo es percibido por los carcelianos como una actitud egoísta. Así, tachan de egoístas a aquellos que se priorizan a sí mismos en vez de priorizarlos a ellos. ¿Quién es el verdadero egoísta? Los feelfreenianos jamás juzgan a otros feelfreenianos. Principalmente porque comprenden que todo lo que hacemos en la vida lo hacemos, en primer lugar, por nosotros mismos. Y que es un milagro que los otros cumplan nuestras expectativas.

En este sentido, se cuenta con un niño paseaba junto a su sabio abuelo por la playa. En un momento dado, el chaval le preguntó: “¿Qué puedo hacer para conservar a un amigo muy especial que acabo de hacer?” El anciano se agachó y recogió arena con sus dos manos. Seguidamente puso las dos palmas llenas de arena hacia arriba. Cerró una mano y apretó con fuerza, provocando que la arena se colara entre sus dedos y cayera al suelo. Cuanto más apretaba, más arena se escapaba. Al final la mano se quedó nuevamente vacía, sin arena. Mientras, la otra mano permaneció abierta y en ella la arena permaneció intacta. Entonces miró a su nieto y le dijo: “Cuanto más trates de controlar y poseer a tu amigo, más posible será que pierdas su amistad. En cambio, cuanto más respetes la libertad de tu amigo, más posible será que conserves su amistad”.

Este artículo está basado en la conferencia “Feelfreenianos”. Para verla, clica aquí.