Por Borja Vilaseca

Nuestra mente cuenta con una parte consciente ⎯aquello de lo que nos damos cuenta⎯ y otra inconsciente, también llamada «subconsciente». Aquí es donde reside todo aquello que negamos, reprimimos y desconocemos de nosotros mismos. El quid de la cuestión es que esta sombra ⎯o lado oscuro⎯ condiciona nuestra forma de ver y de actuar en el mundo. Y dado que en general vivimos con el piloto automático puesto ⎯casi por inercia⎯, la calidad de nuestro subconsciente determina la calidad de nuestra vida.

De forma metafórica, nuestra mente es «tierra fértil» y los pensamientos son «semillas». Cuando nos repetimos con frecuencia ciertos pensamientos terminan germinando en forma de creencias o «raíces». A partir de ahí surgen unas determinadas emociones, que vienen a ser los «brotes» desde los cuales van floreciendo unas determinadas actitudes, conductas y decisiones en forma de «tallos» y «hojas». Con el tiempo, éstas se convierten en hábitos, los cuales determinan los resultados existenciales que cosechamos. Es decir, los «frutos».

Así, en función del tipo de semillas que sembramos en la mente ⎯nuestra realidad interna⎯ cosechamos unos determinados frutos en nuestra realidad externa. De hecho, para saber si nuestras creencias y pensamientos subconscientes están teñidos de ignorancia o sabiduría solamente hemos de echar un vistazo a los resultados que estamos obteniendo en nuestra vida. Y en caso de querer que cambien los frutos que cosechamos es imprescindible sembrar nuevas semillas. De ahí la importancia de la «reprogramación mental». Se trata del proceso de limpiar nuestro subconsciente, introduciendo en él información veraz y conocimiento de calidad.

Para poder llevarla a cabo es esencial gozar de más energía vital. Principalmente porque cuanta más energía acumulamos, mayor es nuestro nivel de consciencia y mayor es en consecuencia nuestro grado de comprehensión y de sabiduría. En este sentido, muchos físicos [1] dicen que todo está hecho de energía que está vibrando en una cierta frecuencia. A su vez, los místicos [2] añaden que crecer en consciencia eleva la frecuencia energética en la que vibramos, atrayendo a nuestra vida a personas y situaciones que ondulan en esa misma sintonía. Así, nuestra frecuencia energética interna determina en gran parte nuestra realidad externa. De ahí el dicho «como es adentro, es afuera». [3]

Y es que nuestra mente es como una radio que tiene la capacidad de sintonizar diferentes emisoras. Cuando nuestro nivel energético es bajo, lo hacemos con Ignorancia FM, desde la que nos asaltan de forma automática y compulsiva pensamientos de baja frecuencia vibratoria, condenándonos a la negatividad y la infelicidad. En cambio, cuando gozamos de mucha energía vital, sintonizamos con Sabiduría FM, desde la que nuestra mente se aquieta y silencia, apareciendo solamente pensamientos de alta frecuencia vibratoria. Es entonces cuando recuperamos nuestra sonrisa interior y la alegría innata de vivir.

SENTARSE Y RESPIRAR
“Lo que sientes, lo atraes.”
(Siddartha Gautama ‘Buda’)

El estilo de vida occidental nos lleva a derrochar y malgastar nuestra energía vital. De ahí que en general funcionemos tan disfuncionalmente. Para contrarrestarlo, hemos de procurar ⎯en la medida de lo posible⎯ reducir nuestra actividad frenética diaria para dedicar más tiempo al descanso y el reposo. Y esto pasa por hacer, tener y acumular menos para ser, estar y sentir más.

Una buena forma de comenzar es practicar algo tan sencillo como la «contemplación activa». Consiste en sentarse en un lugar cómodo, tranquilo y a poder ser con vistas al mar, la montaña o simplemente el horizonte. En caso de vivir en una ciudad, lo mejor es sentarse en un banco de algún parque urbano. Dado que la naturaleza es fuente de vida, tenerla cerca facilita este tipo de prácticas y favorece muchísimo la conexión con nuestra naturaleza esencial. A partir de ahí, se trata de observar el paisaje que acontece delante de nosotros, sin interpretar ni juzgar nada de lo que veamos. Y disfrutar del gozo que nos proporciona respirar y relajarnos. Algo que ⎯por otra parte⎯ no hacemos casi nunca. Siempre estamos buscando excusas para mantenernos ocupados.

En la medida en que gozamos de más energía y consciencia, el siguiente paso para reprogramar nuestro subconsciente consiste en aprender a domesticar la mente y domar nuestros pensamientos. No en vano, existen cuatro formas en las que podemos utilizarlos [4]. La primera es la más común de todas: el «pensamiento negativo», como por ejemplo: «La mayoría de las personas son inútiles y mediocres». Pensar de esta manera no solo hiere nuestra mente y nuestro corazón, sino que desgasta nuestro depósito de energía vital. De ahí que se conozca a este tipo de pensamientos como «ladrones interiores», pues roban literalmente nuestro bienestar interior. Frente a ellos hemos de actuar como guardianes protectores, sacándolos de nuestra mente antes de que nos los creamos, evitando así crear la perturbación correspondiente.

Es aquí donde puede sernos de utilidad el mantra «¡Cheeeeeeeeeeeeeee!». Recordemos que para que funcione hay que pronunciarlo en nuestro fuero interno durante al menos 15 segundos, tiempo más que suficiente para que dicho pensamiento desaparezca sin dejar ningún tipo de secuela emocional. A modo de entrenamiento espiritual, podemos comprometernos a practicar un «ayuno mental» de negatividad. Y esto pasa por liberarnos de las tres principales adicciones del ego [5]: el vicio del pensamiento (pensar en cualquier cosa que nos quite paz); el de la palabra (hablar mal de cualquier persona o circunstancia) y el de la acción: intoxicar nuestro cuerpo, agredir a los demás y luchar contra la realidad.

PENSAR DE FORMA CONSCIENTE
“En lo que piensas, te conviertes.” 
(Siddartha Gautama ‘Buda’)

La segunda forma de pensar es el «pensamiento positivo», como por ejemplo: «¡Cada día hay más personas despiertas!» Este tipo de pensamientos sanan nuestra mente y reponen nuestro depósito de energía vital. Pensar en positivo es la manera más fácil de evitar hacerlo en negativo, pues en la mente solo hay espacio para un pensamiento a la vez. Los dos no pueden cohabitar al mismo tiempo. Además, puesto que todos los pensamientos son ilusorios, es un síntoma de salud mental procurar pensar en cosas que nos hagan sentir bien. [6]

Para lograrlo, hemos de aprender a pensar de manera consciente y voluntaria, dirigiendo nuestro pensamiento hacia lugares positivos y constructivos. Y a poder ser, realizar este ejercicio con mucha frecuencia y de forma sostenida en el tiempo. Del mismo modo que un músculo se fortalece a base de entrenamiento, la reprogramación mental se consolida por medio de la práctica continuada. Como todo en la vida, lo más difícil es empezar. Eso sí, llega un día en que ya no requiere de ningún esfuerzo, pues se ha convertido en un hábito que llevamos a cabo de manera natural.

La tercera forma de pensar es el «pensamiento neutro», como por ejemplo: «Estoy disfrutando de este momento.» Son los que nos acercan un poco más a estar aquí y ahora, conectándonos con el instante presente. A su vez, suelen llevarnos a ser conscientes del proceso de nuestra respiración. Sirven para calmar nuestra mente y estar más en contacto con nuestro cuerpo, arraigándonos a lo verdaderamente real que está aconteciendo. A pesar de seguir siendo pensamientos ilusorios, señalan en dirección a la realidad en la que se encuentra ⎯esperando⎯ el ser esencial.

Y la cuarta y última forma de pensar es el «pensamiento de sabiduría», como por ejemplo: «Todo el mundo lo hace lo mejor que sabe». Nos permiten comprehender el propósito pedagógico que hay detrás de cualquier suceso que acontece en nuestra vida. Es decir, por qué y para qué está sucediendo en cada momento lo que está sucediendo, de manera que podamos dar lo mejor de nosotros mismos. Este tipo de pensamientos nos llenan de felicidad, paz y amor, tres rasgos de nuestra verdadera naturaleza. Eso sí, para acceder a ellos se requiere de mucha energía vital, consciencia y comprehensión.

CÓMO UTILIZAR LAS AFIRMACIONES POSITIVAS
“Lo que imaginas, lo creas.”
(Siddartha Gautama ‘Buda’)

Otra manera de reprogramar nuestro subconsciente es mediante la lectura. Es sin duda una forma maravillosa de conversar con nosotros mismos a través del legado y la visión de otros autores. Cuando nos damos cuenta de que estamos cosechando resultados insatisfactorios en alguna área o dimensión de nuestra vida, es muy útil y provechoso para nuestra transformación leer varios libros sobre el tema. Enseguida notaremos cómo nuestra mente se abre y se expande, adquiriendo nueva información con la que afrontar nuestros problemas y desafíos existenciales.

A su vez, para culminar con éxito este proceso de reprogramación mental es fundamental utilizar las «afirmaciones positivas». Se trata de repetirnos en nuestro fuero interno una serie de mensajes de sabiduría que nos permitan sustituir nuestro actual sistema de creencias ⎯tan lleno de ignorancia⎯ por otro compuesto por verdades verificadas a través de nuestra propia experiencia. Por ejemplo, ahora mismo en general creemos que nuestra felicidad depende de la satisfacción de nuestros deseos y expectativas. Principalmente porque estamos tiranizados por la creencia limitante de que «la felicidad está fuera». De ahí que la busquemos equivocadamente en todas partes menos en nosotros mismos. Sin embargo, se trata de una búsqueda estéril condenada al fracaso, pues la verdad es que «la felicidad está dentro» y surge cuando reconectamos con nuestra naturaleza esencial.

Así, para reprogramar nuestra mente y limpiar nuestro subconsciente es muy útil emplear afirmaciones como «soy feliz por mí mismo», «la felicidad solo depende de mí» o «me siento completo y feliz». Y dado que la ignorancia y la inconsciencia nos llevan décadas de ventaja, para que esta verdad se instale en nuestro archivo mental es fundamental repetirla miles de veces. Para que florezca la nueva semilla hemos de regalarla con regularidad. De ahí la importancia de comprometernos con nosotros mismos, dedicando un rato cada día a nuestro proceso de reprogramación mental.

A la hora de crear y poner en práctica las afirmaciones positivas, es fundamental ponerle intención pero soltar y desapegarnos de cualquier resultado. A su vez, hemos de formularlas en tiempo presente y en primera persona, eligiendo palabras concretas y claras para construir frases positivas y sencillas. Cada afirmación ha de expresar lo que deseamos y anhelamos como si ya fuera real. Al verbalizarlas ⎯tanto en voz alta como en nuestro fuero interno⎯ hemos de visualizar claramente aquello que estamos imaginando. Cuanto más concretos y específicos seamos, mucho mejor. Y más importante aún: hemos de creer en lo que afirmamos para sentir la emoción correspondiente.

En la medida en que las repitamos con frecuencia, con el tiempo y la práctica poco a poco iremos modificando nuestro sistema de creencias y ⎯por ende⎯ nuestra forma de pensar. A su vez, iremos sintiendo otro tipo de emociones, las cuales nos llevarán a adoptar nuevas actitudes, conductas y decisiones. Así es como acabaremos atrayendo y siendo correspondientes con personas y situaciones que estén en sintonía y vibren con nuestra nueva frecuencia energética. Al cambiar las semillas sembradas en nuestra realidad mental, cambiarán los frutos cosechados en nuestra realidad física. Y dado que se trata de una cuestión muy hierbas, por favor, no te lo creas: atrévete a verificarlo a través de tu propia experiencia.

[1] Como Nikola Tesla.

[2] Como Siddartha Gautama ‘Buda’.

[3] Aforismo de Hermes Trismegisto.

[4] Según las enseñanzas de Gerardo Schmedling.

[5] Información extraída de La alquimia del pensamiento, de Gerardo Schmedling.

[6] Ídem.

*Fragmento extraído de mi libro “Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos”.
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