Por Irene Orce

La era de la mujer ha llegado para quedarse. Gracias al autoconocimiento, cada vez más mujeres están descubriendo su poder personal, convirtiéndose en agentes de cambio de la sociedad.

La mujer es una fuerza de la naturaleza. Un ser capaz de las más improbables hazañas. Aunque ha sido relegada a un papel secundario en la historia, eso no le ha impedido transformar el guión para siempre. Las hay guerreras, salvajes, tiernas, divertidas. También responsables, alocadas, empáticas, extrovertidas e introvertidas. Cada una un mundo, un universo por descubrir. Todas ellas magas sin varita con el don de la ubicuidad, superheroínas sin capa pero con mucho glamour. Lo cierto es que cada mujer es extraordinaria en su singularidad.

El diccionario de la RAE define a la mujer como “persona del sexo femenino”. Y pasa a describir acepciones como “mujer fatal”, “mujer objeto” y “mujer orquestra”. Esta última se acerca bastante a la realidad social actual. Las expectativas son muy altas, en los ojos ajenos y sobretodo en los propios. Se espera de nosotras que seamos profesionales competentes, parejas entregadas y madres abnegadas. Que lleguemos a todo sin renunciar a nada. Y eso es una garantía de frustración permanente. En aras de alcanzar ese ideal a menudo nos convertimos en esclavas de la tiranía de las listas, corriendo a todas partes y no llegando a ninguna.

Cada mujer es el núcleo de un ecosistema de relaciones, a las que dedicamos tiempo y energía para mantenerlas y alimentarlas. Trabajo, pareja, familia, hijos, amistades… platillos que vamos girando en una noria sin fin. Pero a menudo nos olvidamos de la relación más importante: la que mantenemos con nosotras mismas. Nuestro tiempo es limitado –por mucho partido que le saquemos–, y nosotras solemos estar al final de la lista de prioridades. Somos amigas, madres, hermanas, compañeras, santas y pecadoras. Vivimos bajo un permanente paraguas de presión, y cuesta romper el halo invisible que nos limita. Pero ha llegado el momento: nuestro momento.

LA ERA DE LA MUJER
“No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino que tengan más poder sobre ellas mismas”
(Mary Shelley)

En los últimos tiempos las mujeres copan los titulares de prensa y alzan la voz para pedir un cambio. Una transformación social que equipare los sueldos, las responsabilidades y la conciliación. Igualdad de oportunidades es el objetivo y la meta, pero en el camino no está de más que nos miremos en el espejo para liberarnos de nuestras propias cadenas autoimpuestas.

Tras siglos marcados por la ignorancia y la opresión, poco a poco vamos a presenciar el amanecer de la era de la mujer. En los últimos tiempos se habla mucho de ‘empoderamiento femenino’. De retomar nuestro liderazgo como agentes de cambio para construir nuevas estructuras sociales y diferentes modos de vivir. Intentamos tomar el poder que consideramos se nos ha arrebatado, cuando éste en realidad siempre ha habitado en nuestro interior.

Más allá de luchar contra la realidad externa, la revolución pasa por comprender que la verdadera batalla se libra dentro de cada una de nosotras. El cambio social se consigue, en primer lugar, a través de nuestra propia transformación individual como mujeres. Si de verdad queremos que cambien las cosas, hemos de empezar por nosotras mismas. Esta es sin duda la conquista más necesaria y apasionante de todas.

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