Por Borja Vilaseca
El ego y las creencias se vehiculan a través de la mente, un instrumento con un poder espectacular. Eso sí, dependiendo de cómo se utilice puede ayudarnos a cocrear una vida extraordinaria o directamente hacerla añicos. Debido a que solemos vivir de forma inconsciente, no la usamos en absoluto, sino que ella nos usa a nosotros. De hecho, estamos tan identificados con la mente que ni siquiera sabemos que somos sus esclavos…
Por más que se los confunda, el cerebro y la mente son dos cosas muy diferentes. El primero es un órgano tangible y material, mientras que la segunda es intangible e inmaterial. Sea como fuere, la mente es un instrumento con seis funciones principales. Y para explicar cada una de ellas, pongamos como ejemplo que asistimos a una conferencia sobre la mente impartida por una neurocientífica llamada «María».
«María está dando una conferencia sobre la mente», podríamos pensar. Aquí es donde entra la primera facultad: la «percepción». Se trata de la capacidad de describir, narrar, etiquetar y fragmentar la realidad lo más objetiva y neutramente posible. Una segunda habilidad es la «interpretación», la cual nos adentra en un terreno más subjetivo y especulativo, sacando conjeturas del tipo: «María está dando una conferencia sobre la mente porque le encanta compartir sus propias experiencias y reflexiones»; «María está dando una conferencia sobre la mente para lavar el cerebro de la gente»; o «María está dando una conferencia sobre la mente para dotar a las personas de herramientas útiles que las ayuden a mejorar su vida».
Una tercera capacidad es la «evaluación», desde la que opinamos, juzgamos y moralizamos aquello que vemos, cayendo en una dualidad basada en el bien y el mal. «María está dando una conferencia sobre la mente buenísima. Se nota que sabe mucho sobre el tema», podríamos considerar. O por el contrario: «María está dando una conferencia sobre la mente malísima. Es otra charlatana más de pseudociencia». Por otro lado, existe otra facultad: la «reflexión», gracias a la que podemos analizar, teorizar, racionalizar y conceptualizar, pensando cosas como: «La mente humana es un universo en sí mismo; parece tener un componente alienígena».
La quinta habilidad es la «memorización», con la que podemos recordar el pasado: «Hablando de alienígenas, nunca olvidaré la primera vez que vi E. T., el extraterrestre». Y la sexta es la «imaginación», con la que podemos fantasear, soñar o visualizar el futuro: «Estoy seguro de que algún día la humanidad tendrá contacto directo con alguna civilización alienígena». Y tras leer estas últimas líneas, puede que ahora mismo te estés preguntando ⎯tú no, la mente⎯ cómo hemos acabado hablando de extraterrestres…
ESTE ARTÍCULO NO EXISTE
“Vives prisionero en un mundo imaginario creado por tu mente.”
(Nisargadatta Maharaj)
A pesar de las increíbles facultades que nos aporta este instrumento, nos lleva a perder de vista la realidad real que acontece ante nuestros ojos. Mientras estamos atrapados en el laberinto de la mente ⎯percibiendo, interpretando, juzgando, reflexionando, recordando o imaginando⎯, dejamos de estar en contacto con lo que es verdaderamente real.
Volvamos al ejemplo María, la neurocientífica que está dando una conferencia. ¿Realmente es eso lo que está pasando? Si le quitamos la mente a ese momento, ¿qué es lo que verdaderamente está sucediendo? En el caso de que un alienígena ⎯sin mente humana⎯ estuviera presente en dicha conferencia, tan solo vería un ser emitiendo sonidos. No vería ni rastro de «María» ni de «neurocientífica» ni de «conferencia» ni de «mente». Tan solo vería a una criatura barboteando ruidos. Todo lo demás solo existe en nuestra mente.
Del mismo modo, estas palabras que estás leyendo ahora mismo no existen. En realidad son un mero conjunto de símbolos y signos que coloquialmente llamamos «letras». Al filtrarlas por nuestra mente las leemos como «palabras» que a su vez forman «frases», a las cuales les dotamos de sentido y significado en nuestra mente. Sin ir más lejos, veamos cómo se escribe «verdad» en idiomas que no emplean nuestro mismo alfabeto indoeuropeo, sino que cuentan con sus propios «logogramas» autóctonos: «真相» (en chino), «सत्य» (en hindi), «حقيقة» (en árabe), «진실» (en coreano), «እውነት» (en amárico), «шындық» (en kazajo), «အမှန်တရား» (en birmano)…
Dado que nuestra mente ha sido codificada en lengua castellana somos incapaces de dotar de significado a estos símbolos y signos tremendamente desconocidos, raros y lejanos para nosotros. En ninguno de ellos vemos ni leemos «verdad». Más bien percibimos una serie de garabatos extraños carentes de sentido. Exactamente lo mismo le sucede a un chino, un indio, un árabe, un coreano, un etíope, un kazajo y un birmano cuando le enseñas la palabra «verdad» escrita en lengua española. De ahí que no sea descabellado afirmar que este libro no existe. Tan solo está teniendo lugar en tu mente.
*Fragmento extraído de mi libro “Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos”.
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