Por Borja Vilaseca

Los parches del siglo XX ya no sirven para tapar los vacíos del siglo XXI. Prueba de ello es el auge imparable de «la industria de la autoayuda». En este gran cajón de sastre se incluyen todo tipo de métodos, herramientas, enfoques, técnicas, disciplinas o conocimientos alternativos a la psicoterapia tradicional, entre los que también se encuentran el autoconocimiento y el desarrollo espiritual.

Pero, ¿qué es la «autoayuda»? Se trata del conjunto de directrices existenciales que ciertos profesionales comparten ⎯a través de libros, sesiones privadas, seminarios presenciales o cursos online⎯ para que otras personas aprendan a ayudarse a sí mismas. Y dado que la sociedad está tan perdida y es tan grande su malestar, se trata de un nicho que está creciendo exponencialmente.

Dicho esto, es evidente que cuanto más se populariza algo, más tiende a desvirtuarse, banalizarse y prostituirse. Y eso es precisamente lo que está sucediendo. La democratización de la sabiduría es una bendición para la humanidad. Sin embargo, el hecho de que cada vez haya más personas que se dedican a intentar iluminar a la sociedad genera inevitablemente su propia sombra. Ya lo dice el refrán: «Hay de todo en la viña del señor». Y no podía ser menos en la industria de la autoayuda.

‘EL EGO LO CORROMPE TODO
“No hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que asegura eliminar la desesperación.”
(Aldous Huxley)

Está habiendo una epidemia de personas que ⎯tras pasar por una crisis⎯ se han reinventado y se han convertido en «coachs». Y como consecuencia, se dedican profesionalmente a acompañar a otros en sus procesos de cambio. De hecho, no hay nada malo en ello. En el arte de aprender a vivir, cualquier inspiración es buena. Y nunca se sabe qué estímulo es el que nos va a provocar un clic. Eso sí, el hecho de que sea tan fácil y accesible entrar en este sector se considera como «intrusismo» por parte de los detractores de la autoayuda. Y razón no les falta.

A partir de ahí y como en cualquier mercado, todo queda en manos de «la ley de la de la oferta y la demanda». Podemos engañar una vez a nuestros clientes. Pero no más, pues habiendo alternativas se irán a la competencia. Cabe señalar que como en cualquier otro sector el fraude no es inherente a la autoayuda, sino a quienes cometen estafas en su nombre. Así, el ego aprovecha cualquier oportunidad para lucrarse y aprovecharse de los más débiles y vulnerables. De ahí que sea fundamental ser muy escépticos y elegir sabiamente dónde y con quién nos (trans)formamos, especialmente cuando estamos dando nuestros primeros pasos.

Y por supuesto, siempre nos queda la opción de ser radicalmente autodidactas. Podemos aprender a cocinar tomando clases particulares de la mano de un cocinero experimentado o podemos simplemente aprender cocinando por nuestra cuenta. Lo que se recomienda es aprender de alguien que nos enseñe unas bases sólidas que nos permitan ⎯a su debido tiempo⎯ seguir cocinando y aprendiendo solos. Con el autoconocimiento y el desarrollo espiritual pasa lo mismo. Si bien es importante tener referentes, tarde o temprano hemos de matarlos. Metafóricamente, por supuesto. Solo así convertirnos en nuestros propios referentes. Este asesinato forma parte del camino que nos conduce hasta la verdadera sabiduría.

*Fragmento extraído de mi libro “Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos”.
Te puedes descargar los primeros capítulos aquí, o adquirir el libro en este enlace.
Si eres más de cursos, te recomiendo que le eches un vistazo al curso “Las casualidades no existen. 50 claves de desarrollo espiritual para despertar y vivir conscientemente”.