Por Borja Vilaseca
Este cuento filosófico trata de cómo conocerse a uno mismo y cambiar de actitud se asemeja al doloroso proceso por medio del cual una larva se adentra en una crisálida para convertirse en mariposa.
Un eminente científico paseaba por el campo, aburrido, sin nada que hacer. De pronto se encontró un capullo de mariposa posando sobre la rama de un árbol. Al acercarse, el hombre se dio cuenta de que la mariposa estaba luchando para poder salir a través de un diminuto orificio. Tras un buen rato observando la crisálida y viendo que el insecto no conseguía abrirse paso hacia el exterior, el científico decidió ayudarle a solucionar dicho problema.
Seguidamente cogió el capullo con delicadeza y lo llevó a su casa. El hombre estaba realmente excitado. Jamás había visto nacer a una mariposa. ¡Y mucho menos habiendo sido él quien lo posibilitara! Al poner la crisálida bajo la lente de su microscopio, pudo corroborar su primera impresión: el cuerpo del insecto era demasiado grande y el agujero, demasiado pequeño. Además, era evidente que algo andaba mal, pues la mariposa estaba sufriendo. Preocupado por el insecto, el eminente científico fue a buscar unas tijeras. Y tras hacer un corte lateral en la crisálida, la mariposa pudo salir sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.
Satisfecho de sí mismo, el hombre se quedó mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas, débiles y arrugadas. Le acababa de salvar la vida. O al menos eso creía. Seguidamente el científico comenzó a acariciar al insecto, esperando que en cualquier momento el cuerpo de la mariposa se contrajera y desinflara, viendo a su vez crecer y desplegar sus alas. Estaba ansioso por verla volar. Sin embargo, debido a su ignorancia –disfrazada de bondad–, aquel eminente científico impidió que la restricción de la abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha y el esfuerzo de la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran a sus alas para fortalecerlas lo suficiente antes de salir al mundo y comenzar a volar. Sus buenas intenciones provocaron que aquella mariposa muriera antes de convertirse en lo que estaba destinada a ser.
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Cuento extraído del libro ‘Aplícate el cuento’, de Jaume Soler y Maria Mercè Conangla.