Por Borja Vilaseca
Este cuento filosófico pretende mostrar la importancia de la integridad y la honestidad, incluso cuando estas virtudes puedan llegar a perjudicarnos. El trabajo y el esfuerzo siempre tienen su recompensa, aunque no siempre es la que esperamos.
La hija de un sabio emperador quería casarse para formar una familia. Es por eso que le pidió a su padre que le ayudara a encontrar un hombre honrado. Días más tarde, el monarca convocó a todos los solteros del reino. A cada uno de ellos les entregó una semilla diferente y les dijo: «Quien de verdad quiera casarse con mi hija, deberá regar y cuidar esta semilla con delicadeza y amor. Volver dentro de seis meses. Y traer en una maceta la planta o la flor que haya crecido. El que traiga la más bella ganará la mano de mi hija y, por ende, el reino».
El tiempo fue pasando, y todos los candidatos iban mostrando orgullosos cómo iban floreciendo sus respectivas plantas y flores. Todos menos uno, cuya semilla no llegó a germinar nunca. Su maceta se había quedado vacía. Al concluir los seis meses, todos los solteros desfilaron hacia el palacio del monarca con sus hermosas y exóticas plantas. Incluyendo el joven cuya semilla no había florecido. Algo avergonzado y cabizbajo, desfiló el último con su maceta vacía.
Al verlo llegar, el resto de aspirantes se burlaron de él. E incluso lo juzgaron por no haber sido capaz de traer su correspondiente flor. De pronto, el alboroto fue interrumpido por la entrada del rey, quien iba acompañado por su hija. Y todos se callaron, haciendo una reverencia mientras el monarca se paseaba por delante de los candidatos, observando las plantas con solemnidad. Por su parte, la princesa estaba completamente impresionada por la belleza de las flores, así como por la destreza de sus comprometidos aspirantes.
Al ver al último candidato, la princesa sintió algo de pena por él, aunque tampoco le hizo demasiado caso. Y una vez finalizada la inspección, le preguntó a su padre: «Y bien, ¿con quién me recomiendas que me case? ¿Cómo puedo saber quién, de entre todos ellos, es verdaderamente un hombre honrado?» Seguidamente, el rey convocó al joven que había traído su maceta vacía y lo plantó delante de su hija.
El resto de pretendientes enmudecieron, atónitos. Y cogiendo la mano de su hija, le dijo: «A todos ellos les entregué una semilla infértil. Y han tratado de engañarme plantando otras flores. No son más que una panda de embaucadores, falsos e hipócritas». Y mirando a su futuro yerno, concluyó: «En cambio, este joven es el único que ha tenido el valor de presentarse con la maceta vacía. Aquí tienes a un hombre honesto, valiente e íntegro. Te recomiendo que te cases con él».
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Cuento de autoría anónima.