Por Borja Vilaseca

Que estés leyendo este artículo pone de manifiesto que eres un buscador con la mente suficientemente abierta como para cuestionar la cosmovisión con la que fuiste condicionado. Y esto en los tiempos que corren es para celebrarlo. No en vano, venimos de un viejo paradigma en el que el método científico ha puesto el foco solamente en el estudio y el conocimiento de objetos externos. Prueba de ello es que en Occidente ha triunfado lo académico, lo erudito, lo cínico y lo nihilista.

Como consecuencia de tanto mirar exclusivamente hacia fuera, nos hemos hiperdesarrollado externamente y subdesarrollado internamente. Si bien nos sentimos cómodos en el hacer y en el tener, no tenemos ni idea de cómo simplemente ser y estar. La incómoda verdad es que estamos siendo víctimas de una epidemia de neurosis, vacío existencial, estrés, ansiedad y depresión. Y como no podía ser de otra manera, cada vez más personas están en busca de relajación y paz interior.

Así, en la medida en que va despertándose nuestra consciencia, lenta y progresivamente nos estamos adentrando en un nuevo paradigma, abrazando una visión más oriental de la vida. En este caso, la investigación se centra en mirar hacia dentro, conociendo al sujeto que otrora estaba interesado en analizar y estudiar objetos. Al empezar a investigar al investigador, inevitablemente terminamos comprometiéndonos con nuestro propio autoconocimiento. Y a su debido tiempo, reconectando con la espiritualidad.

Estamos presenciando la orientalización de la sociedad occidental. Nos guste o no, la filosofía oriental ⎯liderada por el budismo, el yoga, el taoísmo, el zen o el advaita⎯ ha venido para quedarse. De hecho, no para de crecer y de expandirse por todas partes. Ya hay centros de meditación en todos los grandes núcleos urbanos. Y las enseñanzas de Siddhartha Gautama ‘Buda’ son conocidas y seguidas por cada vez más buscadores.

LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL
“La mayoría de personas que acuden a un psicólogo no quieren curarse -pues la curación es siempre dolorosa-, sino tan solo aliviar sus síntomas.”
(Erich Fromm)

En el campo de la psicología, está emergiendo con fuerza la «psicología transpersonal». Es decir, la que va más allá de la «persona», que en griego quiere decir «máscara». Este nuevo enfoque psicoterapéutico hace de puente entre Occidente y Oriente, llevando a cabo una síntesis entre la ciencia y la espiritualidad. Su único objetivo es acompañar a individuos genuinamente motivados con desidentificarse del ego y reconectar con el ser esencial. Y su ámbito de acción es la consciencia y el despertar.

Una vez iniciamos nuestro viaje de autoconocimiento es importante que tengamos cuidado de no irnos al otro extremo: al ego espiritual. Más que nada porque entonces nuestro entorno social y familiar nos tachará de «hierbas». Y lo harán con toda la razón. El quid de la cuestión consiste en saber balancearnos en la zona gris para evitar caer en los extremos blanco y negro. Dicho esto, ¿qué significa ser un «hierbas»? Se trata de aquellos buscadores que al adentrarse en el camino espiritual se pasan de frenada. Sin venir a cuento, de pronto se ponen a hablar de viajes astrales, tarot, registros akáshicos, cuencos tibetanos o astrología delante de personas a quienes no les interesa ni tampoco les han preguntado. Su egocentrismo espiritual provoca que enseguida se conviertan en el centro de atención y mofa del resto de interlocutores.

Y dado que estamos inmersos en un choque de paradigmas sin precedentes en la historia de la humanidad, no le hacen ningún favor al despertar de la consciencia. Esencialmente porque los pseudoescépticos y cientificistas meten en el mismo saco todo aquello que desprende un aroma a incienso, incluyendo el autoconocimiento y el desarrollo espiritual. Y es que a menos que hayamos tenido conscientemente alguna experiencia mística es imposible comprehender la vivencias íntimas y subjetivas de otros.

VALLE VERSUS MONTAÑA
“Podemos dar agua, pero no sed.”
(Gerardo Schmedling)

Pensémoslo detenidamente: ¿cómo vamos a poder comprehender lo que no hemos experimentado? A modo de analogía, podemos decir que la inmensa mayoría de seres humanos sigue viviendo en un valle oscuro y lleno de penumbra, llevando una existencia marcada por la lucha, el conflicto y el sufrimiento. Y todos ellos están acostumbrados a emplear la forma de pensar y de hablar del valle. No en vano, es la única realidad que conocen.

Ahora imaginemos que un buen día llega alguien procedente de la cima de la montaña ⎯donde la gente del valle nunca ha estado⎯ y comparte con ellos cómo es la luminosidad del sol allá arriba, así como los bellos colores que se ven a lo largo del día. También les cuenta acerca de las preciosas flores que crecen en las elevadas colinas. A su vez, les habla acerca de lo maravillosa que es la vida cuando se vive en dicha cumbre.

¿Acaso pensamos que la gente del valle entenderá algo? No. Ni una sola palabra. De hecho, malinterpretarán todo lo que se les diga, procesándolo desde su vieja cosmovisión. Y no solo eso. También se pondrán a la defensiva. En este sentido, hemos de entender que rechazar y condenar información nueva y desconocida es un mecanismo de defensa normal que se dispara automáticamente para no tener que cuestionar nuestro sistema de creencias. De ahí que sea fundamental que evitemos compartir este tipo de mensajes con personas que todavía no han tocado fondo y que ⎯por tanto⎯ no están interesadas en el viaje espiritual.

Por todo ello, abracemos nuestra espiritualidad. ¡Claro que sí! Abrámonos a descubrir una nueva manera de concebir el universo y de estar en la vida. ¡Por supuesto! Eso sí, hagámoslo sin que nadie lo sepa. Seamos felices, pero sin que se nos note demasiado. Disimulemos. Y procuremos no ponernos demasiado hierbas delante de personas que no sabemos a ciencia cierta si están en el ajo. Es decir, que se han abierto a vivir el misterio y la magia de la existencia con curiosidad y asombro.

Si bien volverse un poco hierbas forma parte del proceso de transformación, no olvidemos nunca la persona que éramos antes de despertar. Solo así podremos relacionarnos empática y asertivamente con quienes todavía siguen dormidos. Y es que la espiritualidad no se predica, sino que se practica. Nadie tiene por qué enterarse. Cualquier forma de exhibicionismo espiritual no tiene nada que ver con el ser esencial, sino que es un nuevo disfraz del ego. Los verdaderos sabios pasan desapercibidos.

[1] Término acuñado por William James y popularizado por Abraham Maslow y Ken Wilber.

*Fragmento extraído de mi libro “Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos”.
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