Por Borja Vilaseca
En general ponemos el foco de atención en lo que falta… El reto consiste en darle la vuelta a la conocida ley de Murphy y empezar a apreciar, valorar y agradecer las pequeñas grandes cosas de la vida.
Hipoteca. Desempleo. Impuestos. Inflación. Deuda. Quiebra. Desahucio. Estas son las palabras que nos quitan el sueño por las noches. Gobierno. Empresas. Bancos. Políticos. Corrupción. Estafas. Recortes. Y estas otras son las que nos dificultan comenzar el día con una sonrisa. No es fácil ser ciudadano en el mundo de hoy… Pero, ¿cuándo lo ha sido?
La gran tragedia de nuestro tiempo no son las dificultades y adversidades que nos están tocando vivir, sino la falta de herramientas y recursos para afrontarlas. Debido a la ausencia de educación emocional y financiera en el sistema educativo, al entrar en la edad adulta en general no sabemos cómo cultivar una visión más positiva y resiliente. Ni tampoco cómo relacionarnos con el mercado laboral de una forma más libre y responsable. (tuneupfitness.com)
Y es que más allá de cómo sean nuestras circunstancias laborales y económicas, en última instancia nuestro bienestar emocional está determinado por nuestra actitud. En este sentido, cabe señalar que nuestra forma de ver la vida se sigue rigiendo según la conocida “ley de Murphy”. Se trata de una teoría popular que trata de explicar los infortunios que forman parte de nuestro día a día. En esencia, establece que “si algo puede salir mal, saldrá mal”.
LA LEY DE MURPHY
“Si tienes papel, no tendrás bolígrafo. Si tienes bolígrafo, no tendrás papel. Y si tienes papel y bolígrafo, no necesitarás escribir nada.”
(Edward Murphy)
Por medio de la ley de Murphy tendemos a enfatizar aquellos hechos que nos perjudican o que directamente no nos benefician. Y esta es la razón por la que cada vez que una rebanada de pan untada con mantequilla se nos cae de las manos, la mayoría de nosotros tendemos a recordar más vívidamente las veces en que cae con el lado de la mantequilla hacia el suelo. Es decir, que solemos quejarnos cuando esto ocurre, pero no solemos acordarnos cada vez que cae del lado opuesto.
La ley de Murphy es el alimento con el que engordamos nuestro victimismo, una actitud que nos lleva a lamentarnos, protestar e indignarnos cada vez que la realidad no es como nos gustaría que fuera. También nutre nuestro pesimismo, llevándonos a ver el vaso medio vacío y a preocuparnos ansiosamente por asuntos que todavía no han ocurrido. Con el tiempo, esta forma de mirar la vida nos conduce hasta la resignación y la impotencia, creyendo que no hay nada que dependa de nosotros para mejorar nuestra situación emocional y económica actual.
Cabe señalar que esta sesgada percepción de la realidad está en decadencia. Principalmente porque no aporta nada beneficioso a nuestra vida. Más bien la envenena con dosis diarias de negatividad y mal humor, consumiendo por completo nuestra energía vital. Más allá de la cultura de la queja imperante en la sociedad, cada vez más seres humanos están empezando a regirse por los principios que establece la denominada “ley de Wurphy”. Y ésta se basa en una simple premisa: “No dar por sentado nada de lo que sí tenemos”.
LA LEY DE WURPHY
“Hacen falta 40 músculos para fruncir el ceño pero solo 15 para sonreír.”
(Proverbio hindú)
Es cierto que la realidad nos da diariamente motivos para lamentarnos y enfurecernos. Pero también para sentirnos agradecidos. Todo depende de donde pongamos el foco de atención. Lo cierto es que tendemos a recordar aquello que nos hiere, nos empequeñece y colma nuestra mente de miedo e inseguridad. Por el contrario, solemos olvidar aquello que nos fortalece, nos engrandece y nutre nuestro corazón de confianza y coraje. Así, la gran mayoría dormimos sobre una cama y bajo un techo. A veces acompañados. Siempre calentitos. Tenemos acceso a agua potable. Y a ciertos lujos con los que mantener nuestra higiene. Encendemos el grifo y sale agua caliente a propulsión. Comemos cada día un mínimo de tres veces. Tenemos nevera. Y despensa. Etcétera, etcétera, etcétera…
Nuestra capacidad de valorar lo que sí forma parte de nuestra vida es infinita, tan ilimitada como lo es nuestra imaginación. El reto es acordarnos cada vez que la tostada cae con el lado de la mantequilla hacia arriba. Y hacerlo también cuando no se nos cae de la mano. E incluso apreciar el hecho de podernos comer una tostada siempre que queramos. Sin duda alguna, cultivar esta actitud ¾que sólo depende de nosotros¾ puede restaurar nuestro bienestar emocional. Por medio de la ley de Wurphy, poco a poco vamos recargando nuestro depósito de energía vital, posibilitando que nos convirtamos –a través de un proceso de transformación personal y reinvención profesional– en el cambio que queremos ver en la sociedad.
Al percibir la realidad desde la óptica de la ley de Wurphy, entramos en un círculo virtuoso que nos lleva a potenciar el positivismo y el optimismo, encontrando cada día detalles cotidianos por los que sentirnos agradecidos. Además, de la mano del agradecimiento surge de forma natural la valoración. Es decir, la capacidad de apreciar nuestras cualidades, el apoyo de las personas que nos rodean y aquellos recursos y herramientas que sí están a nuestro alcance. Nuestra capacidad de valorar lo que tenemos es precisamente lo que nos da fuerza para levantarnos cada mañana con otra actitud, centrándonos en lo que está a nuestra disposición y no tanto en lo que nos falta.
Si bien la ley de Murphy nos lleva a perdernos en el laberinto de nuestra mente y nuestros pensamientos, la ley de Wurphy es una invitación para pasar a la acción. ¿Somos de los que nos quejamos cuando el agua de la ducha sale fría, o de los que valoramos y agradecemos cada vez que sale caliente? Empezar a cambiar de mentalidad está en nuestras manos. Y por más que nos resistamos, si de verdad queremos que cambien nuestras circunstancias, estamos condenados a hacerlo.
Este artículo es un extracto del libro “El sinsentido común”, publicado por Borja Vilaseca en octubre de 2011.