Por Borja Vilaseca
Este cuento filosófico trata acerca del miedo a atreverse a ser uno mismo. En ocasiones, para encajar en la sociedad o en el marco de nuestra familia, intentamos ser como los demás, dejando de lado nuestras características y motivaciones. La educación es uno de estos condicionantes.
Cuenta una historia que un cachorro de león se perdió por la selva. Y días más tarde, fue encontrado por un grupo de ovejas, el cual lo acogió como uno más de su rebaño. Durante su infancia fue amamantado por una oveja. Más tarde, comenzó a imitar a su rebaño, llegando incluso a balar y correr como ellas. Fueron pasando los años, y aquel cachorro se convirtió en un león adulto, fuerte y robusto. Sin embargo, estaba totalmente convencido de que era una oveja.
Un buen día, un anciano león que estaba descansando en sus aposentos, divisó a lo lejos a otro león que estaba rodeado por un rebaño de ovejas. Sorprendido, observó cómo se relacionaba con ellas como si fuera una oveja más. Incluso lo vio alimentarse a base de hierba. Movido por su curiosidad, decidió acercarse para conversar con él y preguntarle qué estaba haciendo.
Sin embargo, en la medida que fue acercándose al rebaño, todas las ovejas comenzaron a correr despavoridas, incluyendo el león-oveja, el cual estaba totalmente aterrorizado. Tras perseguirlo un buen rato, el anciano león consiguió arrinconar al león más joven, el cual se había tenido que detener junto a un estanque, que impedía su paso.
El anciano león se le acercó, mirándole fijamente a los ojos. Mientras, el león-oveja no podía dejar de templar. Estaba muerto de miedo. Al verlo tan espantado, el león mayor le preguntó: «¿Qué te pasa, compañero? ¿Por qué estás tan asustado? ¿Y qué demonios estás haciendo entre estas ovejas?» Extrañado, el león-oveja le contestó: «Cómo quieres que me sienta. Tú eres un león, el rey de la selva. Y yo solo soy una oveja.»
Incrédulo, el anciano león se puso junto a él y le dijo con fuerza: «¡Pero qué dices! ¿Acaso te has vuelto loco? Tú no eres una oveja.» Entonces hizo un ademán con su cabeza para que el león-oveja mirase hacia el estanque. Y acto seguido le dijo: «¡Mira!» Por primera vez en toda su vida, aquel león vio su propio rostro reflejado en el agua. Y justo en ese instante se transformó, emitiendo un gran rugido. Nunca más volvió a comportarse como una oveja y su vida cambió para siempre.
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