Los tres instintos (o subtipos) del Eneatipo 5 – Eneagrama
Los «instintos» o «subtipos» son las necesidades y motivaciones más básicas relacionadas con nuestro centro visceral. No en vano los seres humanos vivimos atrapados en cuerpos de animales que cuentan con sus propios intereses, deseos, miedos, apegos, preocupaciones, obsesiones y aspiraciones. Y a menos que seamos conscientes de ellos, estas pulsiones primarias acaban convirtiéndose en la fuerza motora de nuestra identidad egoica.
Según el Eneagrama existen tres instintos principales: «conservación», «sexual» y «social»1. Si bien todos tenemos de los tres, uno de ellos suele ser dominante, estando más activo durante toda nuestra vida. Es al que le damos más importancia y donde el ego le pone más energía y atención. Sin embargo, en ocasiones un instinto puede tener más protagonismo que otros en función del momento vital que estemos viviendo y del tipo de circunstancias en las que nos encontremos. En otros casos hay personas que apenas tienen activado alguno de estos instintos, marginándolo por completo. El reto es satisfacer las necesidades reales de cada uno de estos tres instintos, pero sin pasarnos de la raya, tanto por defecto como por exceso.
El «instinto de conservación» nos lleva a poner el foco de atención en nosotros mismos ⎯y en nuestra familia⎯, especialmente en relación a nuestra seguridad y supervivencia físicas. Es nuestra parte más práctica y materialista, orientada a lograr los recursos económicos necesarios para lograr la estabilidad y prosperidad financieras. Este instinto nos llena de miedo a la escasez, a no gozar del sustento suficiente para proveernos una buena vida. Tiene que ver con los hábitos y las rutinas que establecemos para cuidar de la salud y el bienestar de nuestro cuerpo. Y con la pulsión de contar con un hogar (o refugio) en el que sentirnos cómodos y protegidos. Y en definitiva, nos motiva a buscar la autonomía y la autosuficiencia para que no nos falte de nada.
El «instinto sexual» nos lleva a poner el foco de atención en los demás, especialmente en aquellos con quienes mantenemos relaciones íntimas o deseamos mantenerlas. Es nuestra parte más presumida y seductora, orientada a atraer y conquistar a las personas que deseamos. Este instinto nos llena de miedo a no ser lo suficientemente atractivos y quedar rezagados en la competición sexual. Tiene que ver con lo que hacemos para adornar nuestra personalidad y tener más posibilidades a la hora de elegir a nuestra pareja o a nuestros compañeros sexuales. Y con la pulsión de caer bien, gustar, amar y ser amados, dar y recibir afecto, copular y procrear. Y en definitiva, nos motiva a buscar el modo de garantizar los mejores genes para nuestra descendencia.
El «instinto social» nos lleva a poner el foco de atención en cómo nos relacionamos y posicionamos socialmente, tanto en nuestros vínculos laborales como de amistad. Es nuestra parte más sociable y colaborativa, orientada a sentirnos útiles e importantes, gozando de cierto estatus, poder e influencia. Este instinto nos llena de miedo a ser abandonados, rechazados y excluidos. Tiene que ver con la necesidad de pertenecer a algún grupo o comunidad que comparta nuestros valores, sintiendo que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos. Y con la pulsión de contribuir, aportar valor, autorrealizarnos, impactar y dejar un legado en la sociedad. Y en definitiva, nos motiva a buscar nuestra vocación, así como a encontrar el sentido y el propósito de nuestra vida.
1 El creador de esta corriente fue Claudio Naranjo, quien los llamó «subtipos».
Los 3 instintos (o subtipos) del Eneatipo 5
Conservación. Cuando este instinto está más exaltado el ego tiende a poner el foco de atención en sí mismo, procurando no necesitar nada ni a nadie para garantizar su supervivencia. Suele comportarse como un ermitaño, completamente retirado y aislado de la sociedad. Su hogar se convierte en su refugio, el cual acondiciona casi como si fuera un búnker. Así es como se esconde de la gente y se protege del resto del mundo. También gasta los menores recursos posibles, reduciendo hasta la mínima expresión sus necesidades. Su forma de vivir la avaricia es renunciando al placer y anulando sus deseos, llevando una existencia basada en el ascetismo, la solitud y la abstinencia.
Sexual. Cuando tiene este instinto más pronunciado el ego tiende a poner el foco de atención en sus relaciones íntimas. Y en caso de tenerlos, en su pareja y en sus hijos. Tiende a buscar un solo compañero sentimental en quien confiar plenamente y con quien compartir su aislamiento social. Esencialmente para sentirse más seguro y cubrir sus escasas necesidades afectivas. A partir de ahí, su avaricia le lleva a intentar retener el cariño que le proporciona esta persona. A poder ser estableciendo un acuerdo de pareja exclusivo, intentando serlo todo el uno para el otro. Literalmente. Y su expresión amorosa se produce casi íntegramente en la privacidad de su dormitorio durante sus encuentros sexuales.
Social. Cuando este instinto domina su personalidad el ego tiende a poner el foco de atención en la sociedad y en el mundo. En este caso su avaricia le lleva a emprender una búsqueda incesante de conocimiento con la finalidad de lograr la grandeza intelectual. Tiende sentirse mucho más inteligente y capaz que el resto de seres humanos, a quienes desprecia por considerarlos «intelectualmente inferiores». Y solamente se relaciona con otras mentes privilegiadas como la suya. En el caso de interactuar con el resto de mortales, suele hacerlo con cierto desdén y altivez, dejando muy claro que él atesora un conocimiento que los otros jamás alcanzarán a poseer.