Qué es el ser esencial según el Eneagrama

Desde una perspectiva terapéutica, la gran contribución del Eneagrama es la descripción psicológica que hace de los nueve tipos de personalidad. Y a su vez, se trata de una herramienta de autoconocimiento muy útil para dar nuestros primeros pasos por la senda del «misticismo». Esencialmente porque nos posibilita ⎯de forma permanente o temporal⎯ trascender el ego, liberarnos del falso concepto de identidad, desidentificarnos del yo ilusorio y salir del encarcelamiento mental. Y como consecuencia, dejar de sentirnos un yo separado de la realidad y volvernos uno con la vida.
El proceso de transformación personalizado que propone para cada eneatipo suele culminar con un «despertar de consciencia». Así es como obtenemos una profunda comprensión acerca de quien verdaderamente somos: el «ser esencial». Es decir, lo que queda cuando pelamos todas las capas de la «cebolla psicológica» que creemos ser. El ser esencial es nuestra auténtica identidad. Es lo que somos en esencia. Es el silencio que deviene cuando nos vaciamos de pensamientos, desvaneciéndose la mente por completo. Es nuestra auténtica naturaleza, la chispa de divinidad con la que nacimos: la espiritualidad. Eso sí, totalmente laica, sin relación alguna con creencias ni instituciones religiosas.
El quid de la cuestión es que el ser esencial no es un yo; es una experiencia sin experimentador. Es un estado muy sutil de consciencia, presencia y dicha. El ser esencial es la consciencia-testigo que emerge cuando nos desidentificamos de la mente y del ego. Y desde la que se produce una observación consciente, neutra e impersonal de lo que sucede aquí y ahora. El ser esencial es lo único genuinamente real que hay en nosotros. De ahí que nos permita contactar con la realidad última ⎯«lo que es»⎯, libre de interpretaciones, etiquetas o juicios subjetivos. El ser esencial es aquello que no cambia; es estable, permanente e inmutable. Es nuestro centro: nuestro corazón espiritual. Y en definitiva es el espacio vacío que queda cuando nos desprendemos de todo lo falso, ficticio e ilusorio con lo que nos hemos venido identificando.
Cuando vivimos conectados con el ser esencial sentimos que todo está bien y que no nos falta de nada. Dicha conexión nos hace sentir verdaderamente felices, abundantes, plenos y completos. Irónicamente, también sentimos que no somos nadie ni nada. Y sin embargo sentimos que lo somos todo y que estamos conectados con todos. El ser esencial nos permite vivir en armonía con nosotros mismos, con los demás y con la vida. Nos conecta con la luz y la sabiduría innatas con la que nacimos. De pronto nos sentimos bendecidos y agradecidos de poder disfrutar de este maravilloso regalo que consiste simple y llanamente en estar vivos.
La imperturbabilidad del ser esencial
Inspirados por su presencia, dejamos de reaccionar impulsivamente frente a lo que ocurre, así como de oponer resistencia a lo que sucede. A su vez renunciamos a luchar y entrar en conflicto con lo que acontece. El ser esencial nos capacita para cultivar la proactividad, pudiendo responder con sabiduría a los retos y desafíos que van surgiendo en cada momento. También nos posibilita fluir, ser flexibles y adaptarnos a nuestras circunstancias con inteligencia. Nos conecta con la «ataraxia». Es decir, la paz y la imperturbabilidad interiores. De hecho, es imposible perturbarnos cuando estamos desidentificados del ego. Más que nada porque no hay ningún yo que pueda perturbarse. La madurez espiritual que nos confiere el ser esencial consiste en estar en paz con todo lo que acontece, incluso cuando no estamos en paz con nosotros mismos.
El ser esencial nos lleva a aceptarnos y amarnos incondicionalmente, aceptando y amando a los demás tal como son y a la vida tal como es. Nos permite ver la neutralidad inherente a la existencia, llenando nuestro corazón de paciencia, ecuanimidad y serenidad. El ser esencial nos guía por medio de la intuición, la cual no se pronuncia por medio de palabras, sino a través de sensaciones. En todo momento nos invita a honrar nuestra singularidad, desplegar nuestro potencial, ser fiel a nuestros valores esenciales y vivir de forma honesta e íntegra.
Cuando vivimos conectados con el ser esencial nos mostramos humildes, dejando de darnos tanta importancia a nosotros mismos. Principalmente porque sabemos que no somos los autores de lo que decidimos ni hacemos, sino que en última instancia es la vida quien vive, se despliega y se expresa a través nuestro. El ser esencial posibilita que confiemos plenamente en la existencia, comprendiendo que no nos pasa lo que queremos, sino lo que necesitamos para seguir creciendo y evolucionando espiritualmente.
El ser esencial nos reconecta con la inocencia con la que nacimos, liberándonos de la moral y de la culpa. Nos hace entender que todo el mundo tiene derecho a cometer errores para aprender. Y que nadie tiene el poder de hacernos sufrir sin nuestro consentimiento. El ser esencial también nos inspira a mirar a los demás con compasión, entendiendo que cada quien lo hace lo mejor que sabe en función de su nivel de consciencia.
Cuando estamos en contacto con el ser esencial cultivamos el altruismo y la generosidad. Esencialmente porque comprendemos que haciendo el bien a nuestros semejantes encontramos el nuestro. Que en esta vida recibimos lo que damos y cosechamos lo que sembramos. Y que tan solo nos llevamos lo que hemos entregado. El ser esencial nos permite desapegarnos de cualquier persona y cosa. Nos hace tomar consciencia de que la auténtica felicidad reside en nuestro interior y deviene cuando vivimos conectados con nuestra esencia.