Mata a tus padres con el cuchillo del amor

Tu relación con la sociedad suele ser un reflejo bastante fiel del vínculo que mantienes con tus padres. De ahí que para desintoxicarte socialmente, trascender tu sociodependencia y superar tu adicción a la nicotina social es imprescindible que te emancipes emocionalmente de tus progenitores. Y es que sólo liberándote de su influencia psicológica podrás convertirte en un adulto autónomo, independiente y autosuficiente. Y si bien es muy fácil de decir, muy pocos saben llevarlo a la práctica. De hecho, se trata de un aprendizaje que casi nadie logra culminar.

Por un lado, hay quienes no lo consiguen por seguir excesivamente apegados. Dependen tanto de papá y mamá que no pueden vivir sin ellos. Y han estado tan sobreprotegidos que no saben valerse por sí mismos. Solamente con pensar que algún día no estarán a su lado les causa una profunda conmoción. Más que nada porque sus padres lo son todo para ellos: sus referentes, sus gurús, sus guías… Y también sus tarjetas de crédito. En estos casos los hijos suelen seguir las consignas de sus progenitores a rajatabla, convirtiéndose en una burda fotocopia de ellos. Actuando de esta manera tienden a volverse ciudadanos prosistema -borregos, obedientes y sumisos-, completamente adaptados al orden social establecido.

Por otro lado, los hay que siguen demasiado enfadados y peleados con sus padres. Seguramente por haber recibido algún tipo de maltrato o abuso durante su infancia. De ahí que les sigan culpando de todas las desgracias y miserias que padecen en la edad adulta. Y movidos por el rencor se rebelan contra ellos, rompiendo bruscamente con el entorno social y familiar en el que crecieron. A su vez, tienden a adoptar un estilo de vida y unos valores opuestos a los de sus progenitores. Todo con tal de no parecerse a ellos. Este tipo de comportamiento reactivo suele convertirlos en ciudadanos antisistema, tratando de alterar -de alguna forma u otra- el statu quo de la sociedad… Tanto los unos como los otros siguen atados a sus padres, pues sus respectivas conductas sociales están directa e indirectamente condicionadas por ellos.

¿Te sentiste querido por tus padres?

Piensa un momento en tu infancia. ¿Te sentiste suficientemente querido por tus padres? Si eres como la gran mayoría de seres humanos ahora mismo estás negando con la cabeza. Vaya, que tu respuesta es «no». Y en el caso de que seas madre (o padre), ¿consideras que estás queriendo suficientemente a tus hijos? Seguramente estás asintiendo, dando por sentado que tu contestación es «sí». Lo cierto es que casi todas las personas que tienen críos creen lo mismo que tú: que son buenos padres y madres. ¿Curioso, no? Es evidente que si comparamos ambas respuestas los números no cuadran por ningún lado.

En el caso de que hayas tenido padres con tendencias narcisistas -y por tanto una infancia complicada-, en algún momento te prometiste que jamás harías con tus hijos lo que tus progenitores hicieron contigo. Sin embargo, cuando finalmente te conviertes en padre (o madre) con frecuencia terminas repitiendo los mismos patrones que mamaste en casa. Y esto es así porque lo que rechazas te mantiene encadenado, mientras que lo que amas te hace libre. En el fondo, tanto tú como ellos sois víctimas de los traumas transgeneracionales del linaje de vuestra familia, los cuales se pasan inconscientemente de generación en generación.

El hecho de que sigas emocionalmente prisionero de tus padres -y por ende de la sociedad- pone de manifiesto que sigues identificado con el arquetipo de «hijo». Es decir, que sigues siendo un adolescente, todavía por madurar. Convertirte en un adulto no es algo que se logra simplemente cumpliendo años. Ni mucho menos. Requiere de un profundo trabajo interior de sanación, transformación y liberación en relación con los dos adultos que te dieron la vida. Para lograrlo, es muy recomendable que lleves a cabo los siguientes 7 aprendizajes vitales. De su realización depende que te conviertas -finalmente- en un individuo genuinamente feliz, libre y consciente.

Suelta la culpa

El primer aprendizaje para liberarte psicológicamente consiste en «dejar de culpar a tus padres» por las inseguridades, carencias y frustraciones que sigues experimentando hoy en día como adulto. Hay una parte de ti -ese niño asustado- que te hace creer que la causa de tu malestar y tu sufrimiento actuales tiene mucho que ver con lo que tus progenitores fueron e hicieron durante tu infancia. Puede que tus padres te clavaran un puñal cuando todavía eras un niño (o una niña) inocente, vulnerable e indefenso. Pero ahora que eres un adulto, depende de ti sacártelo del pecho y dejar de ahondar en dicha herida. Sólo así podrá curarse y cicatrizar. Por más fastidioso que sea para el ego, tarde o temprano has de soltar el victimismo y pasar página. Madurar implica transformar tu dolor en algo útil, bonito y provechoso.

El segundo aprendizaje consiste en «dejar de intentar cambiar a tus padres». Observa cómo te frustras cada vez que no cumplen tus expectativas. ¡No le pidas peras al olmo! Sé consciente de cómo los juzgas y criticas cuando no se comportan como tú consideras que deberían comportarse. Comprométete con aceptarlos tal como son, con sus defectos, limitaciones y mediocridades. Tu emancipación emocional pasa por renunciar a la relación idealizada que te gustaría mantener con ellos. Sólo así podrás discernir entre lo que pueden darte y lo que no, aprendiendo a gestionar el vínculo real que sí está a tu alcance.

El tercer aprendizaje consiste en «asumir que no eres responsable de la felicidad de tus padres». En el caso de que sean personas amargadas y depresivas, apóyalas y acompáñalas en su proceso vital. Pero no intentes salvarlas, pues acabarás hundiéndote con ellas… Haz memoria y vuelve un momento a tu infancia. Cuando eras un niño pequeño es bastante posible que te pasara algo parecido a esto: en cierta ocasión rompiste algo. Y tu madre -que ese día estaba muy descentrada- reaccionó impulsivamente, se perturbó a sí misma y seguidamente te culpó de su malestar. De esta manera y por medio de episodios como éste, creciste creyendo que el estado de ánimo de tus padres estaba vinculado con tu comportamiento. Liberarte emocionalmente de ellos implica comprender que su bienestar no es tu responsabilidad, sino suya. Recuerda que nadie hace feliz a nadie. Hazte responsable de tus propias emociones y deja de culparte por las de los demás. Lo que sí depende de ti es mejorar la calidad de lo que aportas al vínculo.

No esperes nada de tus padres

El cuarto aprendizaje para conquistar la madurez pasa por «no esperar que tus padres te quieran». Por el contrario, céntrate en amarlos tú a ellos. Además, ¿dónde está escrito que los progenitores tengan que querer a sus hijos? Sería maravilloso que esto sucediera, pero en general no es así. ¿Cómo van a amarte tus padres si no saben amarse a sí mismos? En un plano emocional, las personas sólo pueden dar lo que tienen. Y sólo tienen lo que se han dado a sí mismas primero. Además, en realidad no necesitas nada de ellos para sentirte bien contigo mismo. Ya eres lo suficientemente mayor como para relacionarte con tus padres de adulto a adulto. En vez de pedir y esperar, dales tú lo que te gustaría recibir de ellos.

El quinto aprendizaje consiste en «cultivar la compasión hacia tus padres». Para lograrlo, trata de ver a los dos seres humanos imperfectos que hay detrás de las etiquetas «papá» y «mamá». Muchos de sus actos y decisiones están movidos por la inconsciencia, el miedo y el dolor. No olvides que ellos también fueron niños inocentes. Y que seguramente sus infancias estuvieron marcadas por las carencias de sus padres. Tu mochila emocional no es nada comparada con el maletón tan pesado que cargan a sus espaldas. Es bastante probable que hayan tenido que afrontar y padecer circunstancias existenciales todavía más adversas que las tuyas. Deja de tomarte como algo personal sus actitudes y comportamientos. Recuerda que debido a sus propios traumas son adultos emocionalmente inmaduros. Al igual que tú, tus padres lo han hecho lo mejor que han sabido según su nivel de consciencia y su grado de comprensión. No dudes que el daño que te hayan podido causar ha estado motivado por la ignorancia, no por la maldad. Si puedes, perdónalos de corazón. Y si todavía no te sientes capaz, por lo menos deja de alimentar tu resentimiento. Más que nada porque el rencor es un veneno que principalmente te destruye a ti.

El sexto aprendizaje consiste en «valorar y agradecer todo lo que tus padres han hecho por ti». Es muy fácil protestar y quejarte de tus progenitores. Es una simple cuestión de imaginación encontrar motivos por los cuales seguir condenándolos y rechazándolos. Sin embargo, ten en cuenta que no existe una profesión tan exigente, desafiante y agotadora como la paternidad y la maternidad. Y lamentablemente nadie nos enseña a ejercerla con amor y consciencia. De ahí que cometer errores sea tan inevitable como necesario. Por otro lado, pon en valor lo que sí supieron hacer bien. Si ahora mismo estás aquí -leyendo este libro- es en parte gracias a ellos. Esencialmente porque te han dado lo más importante que nadie ni nada podrá darte nunca más: tu propia vida. Piensa también en todo el tiempo y energía que invirtieron en ti… Muchos sólo conquistan este tipo de madurez cuando tienen hijos. Sólo entonces se dan cuenta de lo injustos que han sido con sus propios padres.

El mejor camino para encontrar la paz

El séptimo y último aprendizaje consiste en «comprender que no tienes los padres que quieres, pero sí los que necesitas para descubrir y desplegar todo tu potencial como ser humano». Puede que tus progenitores te maltrataran física y psicológicamente. Que abusaran de ti. Que te sobreprotegieran. Que estuvieran ausentes. Que te abandonaran. Que te dejaran algún tipo de deuda. O que fueran un pésimo ejemplo para ti… Por más horrible y tenebrosa que fuera tu infancia, está en tus manos aprovecharla para tu transformación y evolución espiritual. A veces lo peor que te pasa en la vida puede convertirse en lo mejor que podría haberte pasado. Todo depende del beneficio que sepas sacarle a dicha situación. Convertir un acontecimiento traumático en algo provechoso es sin duda el mejor camino para encontrar la paz.

En definitiva, para poder liberarte de la influencia psicológica de tus padres es fundamental que los mates con el cuchillo del amor. Esta metáfora psicológica implica amar lo que son -y han sido-, así como amar lo que hacen y han hecho. Para ello no hace falta que te gusten, que te caigan bien o que estés de acuerdo con tus progenitores. Ni siquiera que los veas a menudo. Lo verdaderamente importante es que cultives conscientemente el desapego, el respeto y la asertividad, dejando de luchar y entrar en conflicto con ellos. El truco final consiste en dejar de ofenderte ante nada de lo que digan o hagan. Y en evitar decir o hacer cosas que puedan ofenderlos. Y por supuesto, si después de llevar a cabo este trabajo interior consideras que tus padres son adultos tremendamente descentrados o tóxicos, tienes todo el derecho a poner tierra de por medio.

Eso sí, recuerda que no existe tal cosa como la separatividad. Tu madre y tú no sois la misma persona, pero tampoco sois exactamente dos entes distintos. El cordón umbilical que te conecta con ella no está fuera, sino dentro. Y os une durante el resto de tu existencia. En la mayoría de culturas milenarias la palabra «madre» es sinónimo de «vida», «realidad», «universo», «cosmos», «dios»… Estar peleado con ella -o con tu padre- es estar peleado contigo y con la existencia. De ahí que para poder sentirte feliz y completo es absolutamente imprescindible que hagas las paces con ellos. De hecho, hay un indicador irrefutable para saber si has culminado tu proceso de emancipación emocional: sentir paz y agradecimiento en tu corazón con respecto a tus padres. Y ya para nota, pasar un fin de semana con ellos sin perturbarte.

A menos que mates a tus padres nunca serás libre.
SIDDHARTA GAUTAMA, BUDA

¡Comparte este post!

¡Apúntate a la Newsletter!

    Acepto la Política de privacidad y la Política de cookies


    Próximo curso presencial

    Categorías

    Autoconocimiento y crecimiento personal

    Relación con uno mismo

    Eneagrama

    Relación con el Eneagrama

    Familia y pareja

    Relación con los demás

    Filosofía y espiritualidad

    Relación con la vida

    Reinvención y desarrollo profesional

    Relación con el mercado laboral

    Economía, sociedad y educación

    Relación con el sistema económico