Las ocho principales prácticas transformadoras del Eneatipo 2 – Eneagrama
Las «prácticas transformadoras» son el conjunto de insights y experiencias relacionadas con el cuerpo, la mente y el espíritu que más contribuyen al desarrollo de la consciencia y la reconexión con el ser esencial. Todas ellas están orientadas a dejar de alimentar y reforzar el ego, de manera que el yo con el que estamos tan identificados se vaya debilitando hasta que finalmente muera de inanición. Esta es la razón por la que al principio sintamos cierta aversión y resistencia llevarlas a cabo.
Prácticas transformadoras para el Eneatipo 2
Aprender a estar solo. Su gran problema es que cuando no está rodeado de gente enseguida se siente solo. Sin embargo la soledad no se cura con la compañía de otras personas, sino aprendiendo a acompañarse a sí mismo. Su proceso de sanación pasa por buscar voluntaria y proactivamente espacios y momentos para estar a solas. Y por comprender que la única relación verdaderamente auténtica, profunda y duradera que es la que mantiene consigo mismo, pues el resto de relaciones son un juego de espejos y proyecciones. Al principio sentirá una tristeza insoportable, la cual es fruto de haberse abandonado a sí mismo ⎯a su niño interior⎯ durante toda su vida. Eso sí, tarde o temprano llegará un día en que la solitud se convertirá en su templo, su refugio y su paraíso.
Cultivar el amor propio. Su mayor aprendizaje consiste en amarse a sí mismo incondicionalmente, como nadie nunca va a ser capaz de amarlo. Y esto pasa por entender que él es el verdadero amor de su vida. Parte de la energía que antes dedicaba a conseguir ser querido por los demás, la ha de emplear en cultivar el amor propio. Es decir, en descubrir qué es lo que genuinamente quiere y necesita para ser feliz por sí mismo. También en atender sus propias necesidades emocionales, haciendo actividades que le hagan sentir bien y rodeándose de personas con las que realmente disfruta. Un indicador irrefutable de que ha sanado su autoestima y de que ha conquistado su independencia emocional es que se ha convertido en su mejor amigo.
Descubrir algún hobbie. Al haber estado tan desconectado de sí mismo, en general no tiene ni idea de lo que le gusta ni de lo que le interesa. De ahí que no sepa muy bien a qué dedicar su tiempo libre cuando está solo. Es fundamental que descubra algún hobbie o pasatiempo ⎯a poder ser creativo⎯ que pueda practicar solo, sin necesidad de interactuar con otras personas. Puede ser leer. Escribir. Pintar. Coser. Ir a exposiciones. Visitar museos. Pasear. Hacer senderismo. Practicar la arteterapia. Viajar… Sea lo que fuera, tiene que ser algo que le motive, le apasione, le enriquezca, le haga sentir bien y le llene. Si todavía no lo ha encontrado, su nuevo hobbie consiste en buscarlo hasta que descubrirlo. Lo cierto es que este pequeño descubrimiento tiene un gran efecto en su vida.
Amar conscientemente. Al estar tan centrado en que le quieran, desconoce lo que es el verdadero amor. Y es que aunque parezcan lo mismo, existe una enorme diferencia entre querer y amar. Querer es un acto egocéntrico: viene de fuera hacia dentro, pues consiste en desear y conseguir algo externo para obtener un beneficio propio. Nace de un vacío, de una carencia no resuelta. En cambio, amar es un acto trascendente y altruista: viene de dentro hacia fuera, pues tiene que ver con dar, ofrecer, entregar, servir o aportar algo beneficioso para otros… Surge de una sensación de felicidad y de plenitud internas. La paradoja del amor consciente es que beneficia más al que ama que al que es amado. Esencialmente porque el acto de amar es en sí mismo sanador, liberador y transformador.
Dejar de ayudar. Es básico que deje de ayudar compulsivamente a las personas que forman parte de su entorno social, familiar y profesional. Antes de hacer algún favor o de brindar sus servicios nuevamente a alguien, ha de cuestionar las motivaciones ocultas que suelen esconderse detrás de dichos ofrecimientos. Basta con preguntarse por qué quiere hacerlo y qué espera conseguir a cambio. Y recordarse que normalmente nadie le ha pedido nada, sino que es él mismo quien tiende a ofrecerse. Al erradicar de raíz esta generosidad egocéntrica se ahorra muchos disgustos en el futuro por no ser correspondido con un trato similar. Solo ha de ayudar a alguien cuando esta ayuda sea un fin en sí mismo que nace del corazón. Y no un medio para conseguir cariño, afecto o amor.
Pedir ayuda. Su orgullo y soberbia le impiden reconocer sus necesidades y pedir lo que necesita. De alguna manera está esperando que los demás actúen como él ha venido actuando, ofreciéndose a ayudarlo sin tener que solicitárselo. Pero dado que este tipo de expectativas no suelen cumplirse, tiende a sentirse estafado y decepcionado, sintiendo que los demás son personas egoístas que solo piensan en sí mismas. Para romper este patrón egoico no le queda más remedio que hacer lo que menos le gusta: pedir ayuda. Principalmente porque no le gusta molestar ni resultar un agobio para quienes le rodean. Sin embargo, del mismo modo que le causa cierta satisfacción ser útil para otros, es importante darles la oportunidad para que puedan reciprocarle. Muchos de ellos lo harán encantados.
Halagar genuinamente. A la hora de relacionarse socialmente es imprescindible que esté muy atento cuando su parte agradadora intenta manipular a su interlocutor por medio falsas alabanzas. Y es que cuanto mayor es su afán por gustar a los demás, más tiende a generar el efecto contrario. En estos casos, el mayor desafío que se le plantea es evitar hacer cumplidos si no son genuinos. Más que nada porque si no se convierten en una estrategia egoica orientada a ser obsequiado con el mismo tipo de halagos. Y en el caso de que estos piropos forzados no le sean devueltos tiende a sentirse ofendido. Irónicamente, cuando alguien sí le expresa dicha alabanza, tampoco le da ningún valor, pues él mismo sabe lo poco que en realidad valen este tipo de apreciaciones vacías.
Dejar de entrometerse en vidas ajenas. Debido a su exceso de paternalismo tiende a inmiscuirse en los problemas de los demás, teniendo a un grupo de personas a su cargo, totalmente dependientes de su ayuda. En algunos casos, estos vínculos son nocivos para ambas partes. No hay nada de positivo en convertirse en la muleta emocional de alguien que puede valerse por sí mismo, pues se le está privando de su propia autonomía. Es muy recomendable que aprenda a liberar y liberarse de dichas relaciones de mutua dependencia tóxica. Y para lograrlo ha de aprender a decir «no», así como a limitar su ayuda. Quienes lo amen de verdad no se ofenderán, pues lo aman por quién es y no por lo que da. En cambio, quienes se ofendan al ser privados de dichos servicios se retractarán.