Las ocho principales prácticas transformadoras del Eneatipo 1 – Eneagrama
Las «prácticas transformadoras» son el conjunto de insights y experiencias relacionadas con el cuerpo, la mente y el espíritu que más contribuyen al desarrollo de la consciencia y la reconexión con el ser esencial. Todas ellas están orientadas a dejar de alimentar y reforzar el ego, de manera que el yo con el que estamos tan identificados se vaya debilitando hasta que finalmente muera de inanición. Esta es la razón por la que al principio sintamos cierta aversión y resistencia llevarlas a cabo.
Prácticas transformadoras para el Eneatipo 1
Abrazar las imperfecciones. Un ejercicio muy recomendable es hacer un listado de los principales errores que ha cometido a lo largo de su vida, así como de sus defectos egoicos más destacados. Ser consciente de todo ello le conecta un poco más con la humildad. Eso sí, en vez de machacarse, su mayor reto consiste en aceptarse tal como es, sin intentar cambiarse. Y esto pasa por perdonarse por las equivocaciones cometidas en el pasado, aprendiendo de ellas para crecer espiritualmente. También es fundamental que abrace de corazón sus taras e incoherencias internas. Para lograrlo no ha de tomarse tan en serio, riéndose más a menudo de sí mismo para poder soltar las exigencias de su ego. Así es como aprende a sentirse perfecto con sus imperfecciones.
Mantener una relación sana con el idealismo. Para dejar de sentirse tan enfadado, frustrado y amargado es esencial que redefina la función que tiene el idealismo en su vida. Y es que no se trata de abandonar sus ideales, sino de cambiar la forma en la que se relaciona con ellos. La finalidad de cualquier visión idealista no es hacerse realidad, sino servir de motivación e inspiración para avanzar con entusiasmo en una dirección determinada. Más que nada porque un ideal es ⎯por definición⎯ una aspiración utópica, muchas veces inalcanzable. Es muy importante que se dé cuenta de cuando cae en el error de frustrarse por comparar lo que está ocurriendo con lo que debería de ocurrir. Luchar contra lo que sucede es una batalla que se pierde el 100% de las veces.
Convertir la gratitud en un hábito. Su mirada egoica lo lleva siempre a ver lo que falta, lo que sobra y, en definitiva, lo que debería ser mejor o diferente a como es en un momento dado. Esta es la razón por la que suele quedar atrapado en las mazmorras de la queja y la amargura. Para transformar su percepción de la realidad, se recomienda que lleve a cabo un diario de agradecimiento. Y este consiste en anotar cada noche tres hechos que hayan pasado durante el día por los que sienta una genuina gratitud. Es esencial que mientras los escribe rememore la emoción positiva que deviene de forma natural cuando se valora y se da las gracias de corazón. Así es como poco a poco deja de dar por sentado lo que tiene y comienza a apreciar y valorar todo lo que sí funciona en su vida.
Evitar la convivencia. Cuando está identificado con el ego se convierte en alguien muy difícil para convivir, pues tiende a maltratar psicológicamente a quienes le rodean. Algo que transforma sus relaciones es aprender a aislarse proactiva y preventivamente para proteger a los demás de su ira en potencia. En la medida en que se note algo descentrado, es fundamental que evite el contacto directo con otras personas. Esencialmente porque ⎯en caso de hacerlo⎯ el ego encontrará cualquier excusa para proyectar su malestar en forma de susceptibilidad, juicio o broncas. Además, este aislamiento voluntario le aporta mucha lucidez, pues al estar a solas toma más consciencia de lo insoportable que puede llegar a ser consigo mismo y con quienes tiene cerca cuando está descentrado.
Disfrutar del placer sin juzgarse. Guiado por su juez interno ⎯el cual es excesivamente rígido y puritano⎯, tiende a reprimir y condenar ciertos deseos e impulsos primarios relacionados con el disfrute y el placer. Por el contrario, se esfuerza en ser fiel a sus elevadas convicciones éticas y morales. Al intentar actuar de manera intachable cree que se liberará de ser juzgado por su entorno. Sin embargo dicha represión y autoexigencia le generan un sentimiento crónico de resentimiento e irritación, los cuales arden bajo la superficie de un comportamiento inmaculado. Para romper este círculo vicioso, es básico que se conceda ciertos caprichos de vez en cuando. Gracias a estas excepciones puede ser verdaderamente fiel a sus principios con madurez y flexibilidad.
Aprender a relajarse. Es absolutamente imprescindible que dedique un rato cada día a simplemente ser y estar, conectando con su serenidad interior. Para ello necesita saber qué le ayuda a relajarse y estar verdaderamente tranquilo y en paz consigo mismo. Puede probar sentándose en un banco en un entorno natural y dedicar 10 minutos a respirar conscientemente. También puede meditar. Darse un masaje. Hacer una sesión de reiki. Practicar yoga. Pasear por la naturaleza. Echar una siesta.. No importa lo que haga; lo que importa es que dicha actividad le lleve a desidentificarse por unos momentos de la mente y el ego, reconectando con el ser esencial. En la medida en que aprende a relajarse se da cuenta de que todo el tiempo dedicado a parar, sentir y conectar es la mejor inversión de su vida.
Dejar en paz a los demás. Algo que transforma por completo su estado de ánimo es cultivar la compasión, entendiendo que todo el mundo ⎯incluyendo él mismo⎯ lo hace lo mejor que sabe en base a su nivel de consciencia y su grado de comprensión. Lo cierto es que juzgar a otros tan solo pone de manifiesto su propia ignorancia e inconsciencia, pues en realidad la crítica social es la herramienta que utiliza el ego para sentirse mejor, compensando así su constante sensación de imperfección. Es fundamental que respete y acepte puntos de vista diferentes a los suyos, aprendiendo a cerrar la boca y guardar silencio más a menudo. Que evite dar su opinión a menos que se la pidan con genuino interés. Y en definitiva que deje en paz a los demás, trascendiendo su afán reformador.
Amar el mundo. Por más que le cueste de entender, todo es perfecto porque está en su proceso hacia la perfección. Lo que sucede es exactamente lo que tiene que suceder para posibilitar los procesos de aprendizaje y evolución que rigen la existencia humana. De ahí la inutilidad de intentar cambiar las cosas. Practicar la aceptación incondicional es lo que le permite trascender el ego y reconectar con el ser esencial. Y es que no ha venido para cambiar el mundo, sino para aceptarlo y amarlo tal como es. Eso sí, la aceptación es un punto de partida. Al aceptar la realidad deja de perturbarse, de sufrir y de alimentar el ego. Solo entonces deviene su verdadera transformación personal, convirtiéndose en el cambio que quiere ver en la sociedad e inspirando a otros a través de su propio ejemplo.