Estar solo versus sentirse solo

Estar solo no tiene nada que ver con sentirte solo. De hecho, son dos cuestiones completamente diferentes. Sé que de entrada puede parecerte algo muy obvio, pero en realidad no lo es tanto. Prueba de ello es que el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) emplea la palabra «soledad» para designar ambos significados al mismo tiempo. Más concretamente, la define como «carencia voluntaria o involuntaria de compañía» y «pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo». Sin embargo, esta definición no es del todo exacta ni correcta.
Sin ir más lejos, en la lengua inglesa sí que utilizan dos palabras distintas para expresar estas dos acepciones: por un lado está «loneliness», la cual significa «sentirse solo». Por el otro, «solitude», que quiere decir «estar solo», sin connotaciones emocionales ni negativas de ningún tipo. E incluso tienen «loneliness», que expresa «el estado de ser (o sentirse) uno». Se trata de una palabra actualmente en desuso, la cual hace referencia a una sensación de profunda conexión con uno mismo. ¿Por qué será?
Dicho esto, a partir de ahora -y a lo largo del resto del libro- voy a utilizar «soledad» para designar la emoción de sentirse solo, la cual es una experiencia psicológica y subjetiva. Y «solitud» para indicar el acto de estar solo, una realidad física y objetiva. Esta palabra sí existe en lengua castellana, pero ya nadie la utiliza. Y la RAE la define como «carencia de compañía» y «lugar desierto». Es decir, que en la propia definición oficial viene implícito el hecho de que cuando estás solo te falta alguien… Pero, ¿y qué hay de ti? ¿Acaso no puedes hacerte compañía a ti mismo?
Desvincular la soledad de la solitud
El primer paso en el camino de la verdadera madurez consiste en desvincular la soledad de la solitud. Resulta paradójico que puedas experimentar soledad estando rodeado de mucha gente y sentirte acompañado estando en solitud, sin nadie a tu alrededor. Y es que la soledad deviene como consecuencia de la falta de conexión, no como efecto de la ausencia de personas. Para sentirte solo no es necesario estar solo. La causa real de tu soledad no es física, sino mental y espiritual: deviene cuando estás desconectado de ti mismo -de tu verdadera esencia- y excesivamente identificado con el ego. En última instancia, se trata de una cuestión de percepción totalmente subjetiva que nada tiene que ver con la compañía ajena. Ni tampoco con el decorado de tu vida.
El problema de fondo radica en el hecho de que no sabes estar solo sin sentirte solo. De ahí que veas la solitud como la carencia del otro y tiendas a vivirla con cierta angustia, ansiedad o tristeza. Ésta es la razón por la que -en general- cuando estás solo anhelas la compañía de alguien más. Esencialmente porque tú no sueles estar ahí, contigo. Y al no estar presente en tu interior más profundo no sabes cómo hacerte compañía. Por eso proyectas afuera ⎯en los demás⎯ lo que no has sabido encontrar dentro de ti. Todavía.
Tu sentimiento de soledad pone de manifiesto que ahí no hay nadie: ni tú ni el otro. Y dado que esta ausencia es incómoda y dolorosa, equivocadamente sigues yendo en busca de otros para evitar sentirte solo. Curiosamente, es muy común escuchar la expresión «estoy solo» para hacer referencia al hecho de que en estos momentos no mantienes una relación sentimental con otra persona. Sin embargo, en este caso no es que estés solo, sino que estás sin pareja, que no es lo mismo. El gran reto que plantea este libro es que conquistes la solitud, aprendiendo a estar a gusto en tu propia compañía. Es decir, a saber estar solo sin sentirte solo. Al fin y al cabo, todo se reduce a la relación íntima que mantienes (o no) contigo mismo.