El origen y la historia del Eneagrama

A la hora de hablar sobre el Eneagrama hemos de diferenciar entre el símbolo y los nueve tipos de personalidad. Más que nada porque cada uno de estos dos elementos cuenta con su propia historia. De hecho, esta herramienta de autoconocimiento no procede de una sola fuente. Es una síntesis, un híbrido y una amalgama de muchas tradiciones espirituales y religiosas diferentes combinadas con los últimos avances en el campo de la psicología moderna.

Dicho esto, nadie sabe con certeza dónde y cuándo apareció por primera vez el círculo de nueve puntas. La creencia popular más extendida es que se originó en la región de Caldea en Babilonia (Mesopotamia) hace más de 2.500 años[1]. Este diagrama también se relaciona con autores griegos clásicos como Pitágoras (569-475), Platón (427-347) y Plotino (205-270). Tanto para los caldeos como para los griegos, el número nueve era considerado «divino». Lo empleaban para designar lo absoluto, lo infinito y, en definitiva, la unidad de la que todo procede y que todo lo contiene.[2]

Por su parte, el nacimiento de la psicología de los nueve tipos de personalidad se remonta por lo menos al siglo IV en el seno del Imperio Romano. Por aquel entonces, un grupo de sabios, místicos y anacoretas cristianos abandonaron las ciudades para irse a vivir a los desiertos de Siria y Egipto y llevar una vida contemplativa. Son conocidos como «los Padres del Desierto». Y a uno de ellos ⎯el teólogo Evagrio Póntico (345-399)⎯ se le atribuye el descubrimiento de una serie de tentaciones con las que tenían que lidiar estos monjes para mantener el estado de presencia durante sus oraciones, meditaciones y ejercicios espirituales.[3]

En esencia, se trata de ocho deseos compulsivos que nos alejan de nuestro centro y nos sumergen en la inconsciencia: «orge» (ira), «uperefania» (orgullo), «kenodoxia» (vanidad), «lupe» (envidia), «filarguria» (avaricia), «gastrimargia» (gula), «porneia» (lujuria) y «acedia» (pereza). Según los escritos de Póntico, este conjunto de distracciones y vicios egoicos nos llevan a perder la conexión directa con el ser esencial y, por ende, con la divinidad que reside en lo profundo de cada ser humano.[4]

Y no solo eso. En la medida que estos automatismos inconscientes van cristalizando y asentándose en nuestra personalidad, envenenan nuestra forma de pensar, sentir y actuar, convirtiéndonos en seres incompletos e insatisfechos, siempre en busca de más, mejor y diferente[5]. De ahí que para Póntico, cada buscador tenga que emplear una práctica psico-espiritual diferente en función del tipo de pensamientos y emociones dominantes que padece durante su proceso de autoindagación. Dos siglos más tarde, el legado de estos hallazgos lo retomó el papa Gregorio Magno (540-604), quien eliminó la vanidad de esta lista, estableciendo de forma oficial los famosos «siete pecados capitales».[6]

Los diagramas de Ramón Llull

En el siglo XIII, el místico y divulgador Ramón Llull (1232-1316) se propuso definir una ciencia y un lenguaje universal de las ideas, ordenando y clasificando todos los saberes ancestrales relacionados con el despertar de la consciencia. Entre estos, destacaban el legado científico y espiritual de la Mesopotamia y Grecia clásicas, así como del sufismo, la rama mística del Islam. En parte de su extensa obra aparecen varios diagramas compuestos por un círculo de nueve puntas, el cual simboliza la unidad y totalidad de la existencia. Y en ellos sitúa los que ⎯según él⎯ son los nueve vicios humanos y los nueve atributos divinos, por medio de los que intenta explicar todas las facetas y posibilidades evolutivas de nuestra naturaleza.[7]

Cinco siglos más tarde, el místico y escritor George Ivánovich Gurdjieff (1866-1949) viajó por todo el mundo para profundizar sobre la «filosofía perenne». Es decir, los principios universales acerca de la naturaleza de la realidad y del propósito de nuestra existencia que comparten todos los sabios de distintos pueblos, culturas y épocas. Su obra hace constantes referencias a la civilización babilónica en general y a «la Hermandad Sarmoung» en particular, quienes son considerados los fundadores de la sabiduría antigua. Se trata de una comunidad de místicos que vivieron retirados en las montañas de la región de Caldea hace más de 2.500 años y de dónde ⎯según él⎯ procede el actual símbolo del Eneagrama.[8]

Finalmente, en 1916 Gurdjieff presentó en Moscú y San Petersburgo el círculo de nueve puntas a los miembros del grupo SAT, acrónimo de «Searchers After Truth» (Buscadores de la Verdad), del cual era su fundador. Para este autor, el Eneagrama es un símbolo universal por medio del que se puede interpretar y descifrar cualquier ciencia y saber de la humanidad. Eso sí, en ningún momento habló de los nueve tipos de personalidad. Parte de sus enseñanzas se recogieron en el ensayo Fragmentos de una enseñanza desconocida, publicado en 1949 por su principal discípulo, Peter Demianovich Ouspensky (1878-1947). Fue la primera vez que la palabra «Eneagrama» apareció en un libro.[9]

El relevo de estos hallazgos e investigaciones lo tomó el filósofo Óscar Ichazo (1931-2020), quien desde muy joven también estuvo muy influenciado por el legado de la Hermandad Sarmoung y las enseñanzas neoplatónicas de la antigua Grecia. Y en un destello de genialidad que tuvo en 1954 mapeó en el símbolo del Eneagrama tomado de Gurdjieff los pecados descubiertos por Póntico siguiendo el enfoque holístico propuesto por Llull. De este modo Ichazo logró un hallazgo verdaderamente extraordinario: poner en el símbolo del Eneagrama la secuencia correcta de los nueve tipos de personalidad. A los siete pecados capitales le añadió la vanidad ⎯presente en los escritos de Póntico⎯ y el miedo.[10]

En cada una de las nueve puntas del símbolo ubicó lo que él llamo las «fijaciones» (creencias incorrectas acerca de la realidad); las «pasiones» (emociones y conductas derivadas de estas fijaciones); las «ideas santas» (verdades fundamentales acerca de la realidad) y las «virtudes» (emociones y conductas derivadas de estas ideas santas) de cada tipo[11]. Y al hacerlo, también descubrió la relación dinámica que se establece entre unos y otros durante nuestros procesos de cambio, transformación y evolución. (Alprazolam) Así es como nació el Eneagrama de la personalidad moderno: un manual de instrucciones para que cada ser humano sepa cómo despertar y desarrollarse espiritualmente, liberando a la consciencia de la identificación egoica. Por todo ello, Ichazo es considerado «el padre del Eneagrama».

El Eneagrama en la actualidad

En 1970 Ichazo impartió un entrenamiento de 10 meses en el desierto de Arica (Chile), durante el que enseñó el Eneagrama a unos 50 alumnos, la mayoría psicoterapeutas afincados en Estados Unidos[12]. Uno de ellos fue el psiquiatra Claudio Naranjo (1932-2019), quien al regresar fundó el SAT Institute en Berkeley (California), cuya finalidad era demostrar la congruencia entre las brillantes teorías de Ichazo y los últimos descubrimientos psicológicos contemporáneos. En otras palabras, el objetivo de Naranjo fue casar la psicología con la espiritualidad, lo que hoy en día se conoce como «psicología transpersonal»: la que va más allá del ego, devolviéndonos la conexión con nuestra naturaleza espiritual: el ser esencial.[13]

Durante los años siguientes se dedicó a reunir a grupos de personas que se identificaban con un determinado tipo para entrevistarles, recabar información de forma científica y extraer conclusiones empíricas. Como consecuencia de sus investigaciones, Naranjo desarrolló y dio forma a los nueve tipos de personalidad que hoy conocemos, a los que bautizó como «eneatipos». También descubrió la influencia que tienen los tres instintos primarios (o subtipos) a la hora de manifestarse nuestro eneatipo dominante[14]. Y en definitiva gracias a él el Eneagrama comenzó a democratizarse y popularizarse por todo el mundo. Lo cierto es que tuve la fortuna de conocerlo personalmente en 2009, durante una entrevista que le hice para el diario El País, titulada «El hombre de hoy sigue siendo un esclavo».[15]

Entre los discípulos de Naranjo destacan Helen Palmer, A. H. Almaas, Sandra Maitri y Robert Ochs. Este último es un cura jesuita que introdujo el Eneagrama en esta comunidad religiosa. Entre sus seguidores destacan Don Richard Riso y Patrick H. O’Leary, quien junto con Maria Beesing y Robert Nogosek publicaron en 1984 el primer libro sobre los nueve eneatipos: Eneagrama: un camino hacia el autodescubrimiento. Finalmente, en 1994 se fundó la Asociación Internacional de Eneagrama (IEA), la cual estuvo avalada por el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Standford en Palo Alto, California.[16]

Desde entonces el Eneagrama se ha ido extendiendo rápidamente por diferentes capas, estratos y sectores de la sociedad. Hoy en día se utiliza en el ámbito de la psicología, la psiquiatría y el coaching, pues contribuye a erradicar las causas del malestar en vez de dar alivio en forma de pastillas para minimizar los síntomas. También lo emplean las empresas conscientes para trabajar el liderazgo, la gestión de equipos y mejorar el ambiente laboral. En paralelo, también se usa mucho en la industria del cine: los guionistas lo emplean para crear personajes más realistas e inolvidables, mientras que los actores lo usan para meterse en la piel de los papeles que interpretan, dotando a sus actuaciones de una mayor complejidad y veracidad.

Por su parte, el Eneagrama también está triunfando en el seno de las familias que quieren mejorar la comunicación y el entendimiento, tanto entre los miembros de la pareja como entre padres e hijos. E incluso también está aportando mucho valor en el ámbito de la reinvención profesional, ayudando a las personas a descubrir su talento y su propósito de vida. Eso sí, a lo largo de las páginas que siguen vamos a centrarnos en cómo hacer consciente el ego y cuál es el proceso de transformación que cada uno de nosotros hemos de seguir para reconectar con nuestra verdadera esencia. ¡Buen viaje!

[1] Información extraída del libro ¿De dónde demonios salió el Eneagrama?, de Fátima Fernández Christlieb.

[2] Idem.

[3] Información extraída del libro Las llaves del Eneagrama, de A. H. Almaas.

[4] Información extraída del libro Meditación Vipassana y Eneagrama, de Dhiravams

[5] Información extraída del libro Bajas pasiones, de Gonzalo Morán.

[6] Información extraída del libro Eneagrama y trabajo sobre sí, de Antonio Pacheco.

[7] Información extraída del libro ¿De dónde demonios salió el Eneagrama?, de Fátima Fernández Christlieb.

[8] Idem.

[9] Información extraída del libro The sufi enneagram, de Laleh Bakthiar.

[10] Información extraída del prólogo de Russ Hudson del libro The instinctual drives and the Enneagram, de John Luckovich.

[11] Idem.

[12] Información extraída del libro ¿De dónde demonios salió el Eneagrama?, de Fátima Fernández Christlieb.

[13] Información extraída del prólogo de Russ Hudson del libro The instinctual drives and the Enneagram, de John Luckovich.

[14] Información extraída del libro Bajas pasiones, de Gonzalo Morán.

[15] https://elpais.com/diario/2009/02/15/negocio/1234709248_850215.html

[16] Información extraída del libro The sufi enneagram, de Laleh Bakthiar.

¡Comparte este post!

¡Apúntate a la Newsletter!

    Acepto la Política de privacidad y la Política de cookies



    Próximo curso presencial

    Categorías

    Autoconocimiento y crecimiento personal

    Relación con uno mismo

    Eneagrama

    Relación con el Eneagrama

    Familia y pareja

    Relación con los demás

    Filosofía y espiritualidad

    Relación con la vida

    Reinvención y desarrollo profesional

    Relación con el mercado laboral

    Economía, sociedad y educación

    Relación con el sistema económico