La percepción neutra de los 9 eneatipos – Eneagrama

La «percepción neutra» es la visión sabia y objetiva que recuperamos cuando reconectamos nuevamente con el ser esencial, la cual difiere según el modelo mental de cada eneatipo. Es entonces cuando podemos vernos tal como somos y ⎯por ende⎯ observar la realidad tal como es, sin distorsiones ni limitaciones de ningún tipo. Al liberarnos del ego y desidentificarnos de la mente cae el velo de ignorancia desde el que solíamos distorsionar subjetivamente la realidad. Es entonces cuando entramos en contacto con ciertas verdades universales acerca de cómo funciona nuestra condición humana y el mundo del que formamos parte. El Eneagrama las llama «ideas santas», las cuales están relacionadas con el centro intelectual superior. Etimológicamente la palabra «santo» significa «verdad objetiva».

Al liberarnos del ego y desidentificarnos de la mente adquirimos una visión esencial, neutra y sabia de la realidad, la cual nos posibilita vernos a nosotros mismos de forma neutra y objetiva, tal y como verdaderamente somos. Y según el Eneagrama, esta visión está íntimamente ligada con nuestro eneatipo principal:

Un ser inherentemente perfecto. Y es que en todo momento está siendo y haciendo lo que tiene que ser y hacer para aprender, crecer y evolucionar espiritualmente. Al dejar de existir un ideal de perfección moral que conseguir, deja de comparar lo que es con lo que debería de ser. Solo entonces comprende que todo es como tiene que ser. Y que es absolutamente imposible que sea de otra manera. Así es como interioriza que todo es perfecto.

Un ser inherentemente hecho y lleno de amor. Y que es imposible que esté solo, pues más allá de las formas superficiales aparentemente separadas, en el fondo está intrínsecamente unido y conectado con todo y con todos. También entiende que en cada preciso instante tiene exactamente lo que necesita para satisfacer sus necesidades emocionales y ser feliz por sí mismo. Así es como interioriza que no tiene que buscar el amor, pues él mismo es amor.

Un ser inherentemente valioso. También comprende que nació trayendo consigo una semilla genuina, la cual contiene un fruto en potencia. Y que este se manifiesta en forma de intereses, pasiones, cualidades, virtudes, habilidades, capacidades, dones e inteligencias que vienen de serie. Al reconectar con el ser esencial entra en contacto su verdadera valía, interiorizando que su valor real reside en lo que es y no en lo que tiene.

Un ser inherentemente único, original y singular. También comprende que es un canal creativo por medio del cual la vida crea y expresa lo que tiene que ser creado y expresado. Y que para alinearse y sintonizarse con esta voluntad divina simplemente ha de soltar el autosabotaje. Al reconectar con el ser esencial descubre que en su interior ya tiene todo lo que necesita para ser feliz. Y que vivir equilibradamente pasa por abrazar la sencillez y la simplicidad.

Un ser inherentemente capaz, rico y sabio. Verifica a través de su experiencia que su verdadera esencia no es la mente ni los pensamientos, sino la consciencia-testigo que es capaz de observarlos. Y entiende que dado que todo está intrínsecamente conectado no tiene sentido aislarse. Al reconectar con el ser esencial cuenta con la energía y los recursos necesarios para vivir en el mundo y entrar en la vida de los demás preservando su independencia.

Un ser inherentemente seguro, sólido y valiente. Verifica a través de su experiencia que está sostenido y apoyado por la existencia. Y que todo lo que le sucede forma parte de un plan pedagógico universal, cuya finalidad es el desarrollo y la evolución de su consciencia. A su vez comprende que la intuición es el susurro del alma; es la manera que tiene la vida de guiarle y orientarle para convertirse en quien está destinado a ser.

Un ser inherentemente feliz y pleno. Se da cuenta de que lo único que necesita para estar bien consigo mismo es vivir conectado y saber disfrutar del momento presente. Y que para ello es fundamental cultivar el silencio, la quietud y la atención plena. También toma consciencia de que no hay que tener miedo del dolor ni del sufrimiento, pues son dos grandes aliados en su proceso de aprendizaje, crecimiento y maduración.

Un ser inherentemente poderoso e invulnerable. A su vez toma consciencia de que la verdadera batalla está dentro y no fuera: consiste en vencerse a sí mismo, desidentificándose del ego y liberándose de su esclavitud mental. También se da cuenta de que el yo que intenta proteger es una ilusión cognitiva, con lo que es imposible que pueda ser agredido por nadie ni por nada. Y como consecuencia deja de ver a los demás como potenciales agresores.

Un ser inherentemente pacífico y relevante. A su vez toma consciencia de que la auténtica fusión que busca está dentro de sí mismo: tiene que ver con reconectar con su esencia divina. Solo entonces se siente genuinamente unido a los demás y conectado con toda la existencia. Y descubre que en realidad no es un ser humano viviendo una experiencia espiritual, sino un ser espiritual viviendo una experiencia humana.