Joy of missing out («JOMO»)

Existe un indicador irrefutable que pone de manifiesto que te has liberado para siempre de la nicotina social: ya no padeces el miedo a perderte algo (FOMO). Por el contrario, te invade el «JOMO», acrónimo en inglés de «joy of missing out». Es decir, «la alegría de perderte algo». Al estar a gusto contigo mismo cuando estás solo tu escala de valores y prioridades cambia por completo, cambiando -a su vez- tus hábitos sociales.
Ya no acudes sistemáticamente a cualquier evento o reunión al que te invitan. De hecho, dejas de ir a cualquier parte simplemente por ir. A la hora de decir que «sí» a algún plan que te proponen no te conformas con un «¿por qué no?». El hecho de que no haya ningún motivo para no hacerlo ya no es suficiente para ti. Esencialmente porque no tienes ningún vacío que llenar ni ninguna soledad que evitar. De ahí que te vuelvas un poco más exigente con el uso que haces de tu tiempo y energía, así como con el tipo de personas con las que decides relacionarte.
Movido por el JOMO, de pronto experimentas un intenso sentimiento de dicha causado por centrarte en lo que consideras más importante, soltando los «tengo que» o «debería» de tu vida. Te vuelves más esencial. E inevitablemente empiezas a hacer menos cosas y a quedar con menos gente, aumentando exponencialmente la calidad de aquello que haces y de aquellos con quienes te relacionas. Al ser coherente con tus genuinas motivaciones y preferencias personales, comienzas a disfrutar plenamente de todas tus actividades e interacciones sociales. Más que nada porque éstas son -por fin- un reflejo de quien verdaderamente eres.
De la sociodependencia a la solosofía
El FOMO es el rasgo distintivo de la sociodependencia: la adicción a la vida social para tapar el aburrimiento existencial y encubrir la sensación de abandono y soledad. Y ahora mismo dirige inconscientemente la existencia de la gran mayoría de adolescentes y adultos que conforman la sociedad. En cambio, el JOMO es una de las cualidades más destacadas de la «solosofía»: el arte de sentirte completo por ti mismo y disfrutar de la vida en solitario. Evidentemente, hoy en día esta corriente filosófica cuenta con muy poquitos adeptos. Prueba de ello es que es bastante raro encontrarse con alguien que sepa pasárselo muy bien estando solo.
Principalmente porque muy pocos están dispuestos a pagar el precio que implica culminar con éxito el proceso de desintoxicación social. Es demasiado doloroso. Lo cierto es que casi todos los valientes que se han atrevido a transitarlo confiesan que en su día lo hicieron porque no les quedó más remedio. Muchos de ellos reconocen que su viaje hacia la solitud comenzó a través de una ruptura sentimental… Sea como fuere, todos ellos saben que la recompensa es inmensa. En el momento en que aprendes a ser feliz por ti mismo -sin necesidad de depender de nadie y de nada-, conectas con una paz interior prácticamente imperturbable. Y como consecuencia, cuentas con el recurso más valioso que hay en el mundo para el resto de tu vida: tú mismo.
Si lo piensas detenidamente, no existe ningún verbo que describa el acto de regocijarse y divertirse estando solo. Propongo «solear», pues para gozar de la solitud has de recuperar tu propio centro -o Sol- desde el que te relacionas con todo lo que acontece fuera de ti sin necesitar, desear ni esperar nada a cambio. Al haber aprendido a contentarte y bastarte contigo mismo tu presencia irradia felicidad y amor, independientemente de cómo sea el decorado de tu vida. Sólo entonces estás preparado para crear vínculos sanos, libres, auténticos y duraderos.