Neuróticos anónimos

Popularmente se considera que alguien es «neurótico» cuando tiene muchas manías, fobias, obsesiones o «neuras». Se suele vincular con una personalidad histriónica o extravagante. De ahí que se vea la «neurosis» como una enfermedad mental, propia de un grupo reducido y marginado de personas profundamente trastornadas. Pero nada más lejos de la realidad. Está más a la orden del día de lo que imaginas… Una definición más acertada de «neurosis» podría ser «cualquier disfunción psicológica provocada por un exceso de identificación con la mente».

Por ejemplo, machacarte a ti mismo por errores cometidos en el pasado es un patrón neurótico muy habitual. Otro muy común es tomarte lo que pasa como algo personal y acabar haciéndolo todo sobre ti. Y también emparanoiarte por situaciones adversas que podrían ocurrirte en el futuro. De hecho, la «rumiación» es en sí misma neurótica. Se trata del acto de pensar de forma compulsiva, repetitiva y persistente acerca de ti mismo, de tus conflictos personales y de sus posibles causas y consecuencias sin avanzar hacia una solución práctica y efectiva. O dicho de otra manera: de tratar de resolver un problema creado por la mente desde la misma mente, quedándote atrapado en bucles de pensamiento que no te conducen a ninguna parte.

La gran mayoría de seres humanos manifestamos con frecuencia este tipo de rasgos neuróticos. Tú también. Otra cosa es que no seas consciente de ello. Irónicamente puede que actúes como un «neurótico anónimo». Dado que la enajenación colectiva está tan normalizada es muy probable que hayas venido achacando tu malestar y sufrimiento a factores externos. En función del grado de neurosis que padezcas, puede que incluso tampoco te hayas planteado que la causa de tus perturbaciones se encuentre en tu propia mente. De ahí que durante demasiado tiempo hayas continuado con tu vida sin buscar curación a tu disfunción psicológica, totalmente convencido de que no tenía nada que ver contigo.

La madre de todas las neurosis

Detrás de los problemas y conflictos que asolan a la humanidad se esconde la madre de todas las neurosis. Es una creencia falsa y limitante que compartimos todos los seres humanos. Y está tan arraigada en el inconsciente colectivo de la sociedad que pasa completamente desapercibida. A pesar de su invisibilidad, es la raíz desde la que hemos construido la cosmovisión y la civilización actuales. Es decir, la forma de pensar y la manera de vivir contemporáneas. Y pobre de ti que te atrevas a señalarla. O peor aún, a cuestionarla. Serás ridiculizado y te tacharán de loco. Más que nada porque desenmascara la farsa del ego, el falso concepto de identidad que has creado inconscientemente por estar excesivamente atrapado por los pensamientos.

Esta neurosis consiste en creer que eres «un yo separado de la realidad». De ahí que te veas a ti mismo como una entidad física y psicológica aislada de los demás y desconectada del mundo que te rodea. Cuando este autoconcepto imaginario de ser un yo se enraíza en tu mente experimentas la «sensación de separatividad», la cual te genera una profunda angustia existencial. Hace que te sientas solo y desamparado ante un universo que percibes como ajeno, indiferente y hostil.

Dado que este yo es una construcción mental ilusoria carente de sustancia, a menudo te sientes vacío e incompleto. Esta es la razón por la que sueles buscar satisfacción y realización en el mundo externo, lo que te lleva a apegarte a cosas y personas que crees que necesitas para ser feliz. También es la causa de que temas perder lo que tienes y desees siempre lo que te falta… ¿Cómo vas a poder llenar algo que no existe? Es imposible. De ahí que nunca nada sea suficiente para ti. Lo que sí consigue el ego es potenciar tu narcisismo, convirtiéndote el centro de tu pequeño universo. También te ciega de orgullo y soberbia, haciéndote creer que eres el autor de tus logros y victorias. Y te hace sentir culpable cada vez que cosechas un fracaso o una derrota. Tu insatisfacción crónica es lo que lo mantiene a este parásito psíquico con vida.

El observador es lo observado

Creer que eres un yo separado fomenta una dualidad ficticia en tu percepción, dividiendo el mundo entre «tú» y «los otros». Por eso te comparas constantemente con los demás, autosugestionándote sentimientos de inferioridad o superioridad. También es la causa de que tengas permanentes conflictos de intereses con el resto de seres humanos, experimentando frustración, impotencia, resentimiento y amargura al no ver cumplidas tus expectativas. Y en definitiva, la creencia de ser un yo disociado de la realidad te vuelve ignorante de tu verdadera identidad ⎯que es uno con ella⎯, construyendo un personaje imaginario basado en roles sociales, éxitos profesionales y posesiones materiales con los que obtener validación externa.

Cuestionar esta creencia te revela un descubrimiento revolucionario: esta visión dual según la cual tú como «observador» estás aislado de la realidad ⎯lo «observado»⎯ es una distorsión cognitiva inventada por la mente, desarrollada por el intelecto y expresada a través del lenguaje. Cuando retiras el velo de ignorancia que ha estado condicionado esta percepción neurótica te das cuenta de que no existe tal separación, verificando empíricamente que el observador es lo observado.

Del mismo modo que la ola forma parte del océano, el ser que eres forma parte de la realidad. Más allá de las fragmentaciones superficiales en el fondo eres uno con la existencia. En el momento en que esta comprehensión germina en tu mente, la excesiva identificación con el ego va poco a poco desvaneciéndose. Y con ella, va cayendo el odio, la culpa, el orgullo y el resto de emociones egoicas. Éstas solamente tienen cabida en tu vida cuando sigues perpetuando la creencia en este yo ilusorio por medio de tus historias mentales.

Que tus pensamientos no te confundan: la infelicidad siempre surge de un sentimiento de separatividad. El ego siente enfado, ansiedad y depresión porque está convencido de que está separado de todo. Detrás de todas estas emociones está agazapado el miedo a la vida. Por el contrario, el verdadero amor emana de una sensación de conexión y unidad. Es el único antídoto contra todas tus neurosis. Empezar a cultivarlo conscientemente pone de manifiesto que has despertado de la hipnosis de la separación. Te armoniza contigo mismo, con los demás y con la existencia.

Tú y yo no somos más que uno;
no puedo herirte sin herirme a mí mismo.
RUMI

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