Los 11 principales defectos egoicos del eneatipo 2

Los «defectos egoicos» son los rasgos obsesivos que manifestamos con mayor frecuencia cuando vivimos esclavizados por el ego. También son las reacciones impulsivas y automáticas que se desencadenan para proteger la imagen idealizada de nosotros mismos. E incluso los mecanismos de defensa y los trastornos de personalidad que devienen cuando nos obsesionamos con conseguir hacer realidad nuestra motivación egocéntrica. A pesar de ser profundamente neuróticos, estos patrones de conducta inconscientes ⎯forjados durante nuestra infancia⎯ constituyen la base de nuestra personalidad.

En el caso del eneatipo 2, estos son los principales 11 defectos egoicos:

Adulación. Es un agradador nato que adula, halaga y piropea a los demás como medio para caer bien y recibir el mismo trato. Cual zalamero, tiende a demostrar cariño de forma exagerada ⎯e incluso empalagosa⎯ para conquistar a la persona que tiene delante, especialmente si desea obtener afecto o amor a cambio.

Atosigamiento. Suele entrometerse en exceso en los asuntos de quienes le rodean, creyendo que sabe mejor ellos lo que necesitan en cada momento. Paradójicamente, trata de remediar en los demás el dolor y el sufrimiento que no es capaz de reconocer y de sanar en sí mismo. Puede llegar a ser muy pesado.

Buenismo. Cree que lo más importante en la vida es ser «buena persona» y «hacer el bien al prójimo». Estas creencias lo convierten en un ayudador compulsivo, ofreciéndose forzadamente a los demás, dando consejos sin que se los pidan y posicionándose por encima de quienes supuestamente ayuda.

Complacencia. Tiende a complacer a sus seres queridos, mostrándose lo más agradable y bondadoso posible. Se trata de una sutil estrategia para lograr que se sientan en deuda con él. Del mismo modo que da sin que se lo pidan, espera que a su debido tiempo le den lo que necesita sin tener que pedirlo.

Egoísmo. Aparenta ser muy generoso y parece que da sin desear ninguna recompensa. Pero se trata de una generosidad egocéntrica, la cual suele venir con letra pequeña. Detrás de su fachada de altruista se esconde un enorme egoísmo insano e inconsciente, cargado de necesidades, deseos y expectativas.

Infantilismo. No entiende como siendo tan entregado y generoso no consigue todo lo que quiere y necesita. Es entonces cuando sale a relucir su lado más pueril. Cual niño caprichoso considera que se merece obtener lo que desea. Y que de alguna manera goza de más derechos y privilegios que los demás.

Manipulación. Cegado por su enfermiza necesidad de amor, tiende a seducir, manipular y utilizar a las personas que lo rodean para satisfacer sus necesidades emocionales sin que estos se den cuenta. Dice hacer todo lo que hace por y para los demás, cuando en realidad lo hace únicamente por y para sí mismo.

Orgullo. Su gigantesco orgullo le impide pedir ayuda cuando la necesita. No soporta sentir que molesta. Le cuesta mucho reconocer que se ha equivocado. Frente a cualquier desencuentro que pueda tener con otra persona, tiende a hacer ver que nada ha pasado, escondiendo dicho conflicto debajo de la alfombra.

Paternalismo. Tiende a ejercer el rol de padre (o de madre) con su entorno social, sobreprotegiendo a quienes más quiere y necesita. En algunas ocasiones parece una ONG ambulante, atrayendo a su vida a personas dependientes, necesitadas y desvalidas. Se siente responsable de salvar a quienes cree que están perdidos.

Soberbia. Padece de un complejo de superioridad, el cual le lleva ser muy soberbio y engreído. Tiene una imagen muy inflada e hinchada de sí mismo, dándose una excesiva autoimportancia. Siente que es imprescindible en la vida de los demás y está convencido de que sus seres queridos no podrían vivir sin él.

Victimismo. Cuando no obtiene el cariño esperado puede ser extremadamente demandante. Y tiende a echar en cara los favores y servicios prestados. También suele ir de víctima ⎯e incluso de mártir⎯, utilizando el chantaje emocional para dar lástima y conseguir el amor que cree que se le está negando.