Las ocho principales prácticas transformadoras del Eneatipo 4 – Eneagrama

Las «prácticas transformadoras» son el conjunto de insights y experiencias relacionadas con el cuerpo, la mente y el espíritu que más contribuyen al desarrollo de la consciencia y la reconexión con el ser esencial. Todas ellas están orientadas a dejar de alimentar y reforzar el ego, de manera que el yo con el que estamos tan identificados se vaya debilitando hasta que finalmente muera de inanición. Esta es la razón por la que al principio sintamos cierta aversión y resistencia llevarlas a cabo.

Prácticas transformadoras para el Eneatipo 4

Soltar el pasado. Su sentido de identidad está muy condicionado por acontecimientos dolorosos ocurridos durante su infancia y juventud, a los cuales se aferra para justificar el sufrimiento que experimenta en el presente. Para poder sanar es imprescindible que suelte de una vez su pasado, liberándose de la pesada mochila emocional que ha venido cargado sobre sus espaldas. Y para ello ha de comprender que todo lo que le ha ocurrido a lo largo de su vida ⎯incluyendo ciertas experiencias traumáticas⎯ ha sido necesario para iniciar su búsqueda espiritual. De ahí que en vez de victimizarse y regodearse en el drama, lo inteligente sea obtener el beneficio inherente a cada una de estas situaciones adversas en forma de aprendizaje. Y seguidamente pasar página.

Neutralizar lo que sucede. Es fundamental que tome consciencia de que su experiencia emocional no tiene tanto que ver con lo que sucede, sino con las historias mentales que se cuenta a sí mismo sobre lo que está aconteciendo. Y es que una cosa son los hechos objetivos. Y otra muy diferente, la interpretación subjetiva y distorsionada que hace de esas mismas situaciones en base a sus creencias, pensamientos y emociones. En la medida en que deja de identificarse con las películas que se monta en su cabeza, se va dando cuenta de que la realidad es neutra. Y como consecuencia empieza a relativizar las cosas externas que le pasan. De este modo ya no se viene ni demasiado arriba ni tampoco demasiado abajo. Y poco a poco va sintiéndose más estable y equilibrado por dentro.

Dejar de creerse el centro del universo. Otro gran aprendizaje que ha de realizar es entender que él no es el centro del universo y que el mundo no gira alrededor de su propio ombligo. Para dejar de sufrir ha de trascender primero su desmesurado egocentrismo, dejando de esperar que la realidad se adapte constantemente a sus deseos, necesidades, expectativas e intereses egoicos. También ha de aprender a dejar de tomarse lo que ocurre como algo personal. Principalmente porque nada lo es. Si bien las cosas pasan, no le pasan a él. Simplemente ocurren. A partir de ahí, en caso de no beneficiarle o directamente perjudicarle, es esencial que corte de raíz el melodrama. Y que procure aprovechar dichas situaciones para su crecimiento y evolución espiritual.

Tomarse unas vacaciones de sí mismo. Si bien a la gran mayoría de seres humanos les conviene mirar más en su interior, en su caso ocurre lo contrario: se ha pasado tres pueblos. De hecho, ha terminado corrompiendo su proceso de autoconocimiento, volviéndose adicto a la búsqueda espiritual. Esencialmente porque en vez de servirle para trascender el ego, dicha introspección le ha llevado a reforzar todavía más la identificación con este yo ilusorio. De ahí que sienta que nunca llega a ninguna parte y que todavía le queda mucho para iluminarse… Para salir de este círculo vicioso se ha de tomar unas vacaciones de sí mismo. Esto pasa por dejar de autopsicoanalizarse y de asistir a cursos de desarrollo personal, dedicándose a cuestiones más lúdicas, mundanas e intrascendentes.

Transformar la envidia en admiración. Otro desafío que tiene por delante es cambiar la manera en la que se relaciona con la envidia. Bien empleada, esta emoción le puede aportar mucha información acerca de sus dones innatos y de su propósito de vida. Para empezar, ha de comprender que cualquier comparación es absurda. Más que nada porque cada ser humano es único e irrepetible. Y cada uno está llamado a expresar su singularidad de una forma diferente. En este sentido, aquello que envidia tiene que ver con algún anhelo que lleva dentro pero que todavía no ha sabido cómo expresar o manifestar. De ahí la importancia de cultivar la admiración, pues al elogiar y aplaudir de corazón cualidades y talentos ajenos está implícitamente desarrollándolos en su interior.

Abrazar la normalidad. Su enfermiza necesidad de diferenciarse le ha llevado a forzar ser alguien especial. Curiosamente, se trata de algo redundante, pues intrínsecamente ya lo es. De hecho, todo el mundo es especial. Literalmente. Desde el color de los ojos hasta la huella dactilar. No hay dos seres humanos idénticos. Así, otro de sus mayores retos consiste en ser simplemente quien es. Y esto pasa por abrazar y aceptar su parte convencional y normal. Eso sí, viviéndola a su manera. Y dado que tiende a ser demasiado profundo e intenso, le viene de maravilla salir de su zona de confort, buscando actividades, situaciones y personas superficiales e intrascendentes. Su verdadera liberación pasa por saber estar bien en cualquier lugar y sentirse a gusto con cualquier persona.

Permitirse ser feliz. Debido a su adicción al sufrimiento, tiende a sabotear situaciones y relaciones que le acerquen al equilibrio y al bienestar. De ahí que sea imprescindible que deje de autoboicotearse, permitiéndose simple y llanamente ser feliz. Para lograrlo ha de aprender a conformarse con lo que ocurre o tiene en un momento dado. Es decir, a aceptar conscientemente algo que considera insuficiente y no colma del todo su expectativa. También ha de soltar el hábito de comparar lo que está sucediendo con lo que debería de suceder, liberándose de su neurótica necesidad de que todo sea más profundo, interesante y especial de como es. Solo entonces podrá mantener una relación real ⎯y no ilusoria⎯ con la realidad, empezando así el inicio de una gran amistad.

Interesarse por los demás. En vez de querer ser comprendido por la gente, su transformación pasa por aprender a comprender a las personas que se van cruzando por su camino. Cada vez que acuda algún encuentro social, es primordial que suelte cualquier ensoñación previa que se haya podido montar en su cabeza en forma de expectativa. Dichas interacciones son una excelente oportunidad para soltar su ego, yendo con genuinas ganas de conocer a otros seres humanos. Y esto pasa por aprender a ver, escuchar y empatizar con los demás. Por otro lado, a menos que alguien lo haga con verdadero interés, cada vez que le pregunten cómo se encuentra lo mejor es responder con un simple: «Bien, y tú?» Así evita convertirse en el centro de atención.

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