Los tres instintos (o subtipos) del Eneatipo 3 – Eneagrama
Los «instintos» o «subtipos» son las necesidades y motivaciones más básicas relacionadas con nuestro centro visceral. No en vano los seres humanos vivimos atrapados en cuerpos de animales que cuentan con sus propios intereses, deseos, miedos, apegos, preocupaciones, obsesiones y aspiraciones. Y a menos que seamos conscientes de ellos, estas pulsiones primarias acaban convirtiéndose en la fuerza motora de nuestra identidad egoica.
Según el Eneagrama existen tres instintos principales: «conservación», «sexual» y «social»1. Si bien todos tenemos de los tres, uno de ellos suele ser dominante, estando más activo durante toda nuestra vida. Es al que le damos más importancia y donde el ego le pone más energía y atención. Sin embargo, en ocasiones un instinto puede tener más protagonismo que otros en función del momento vital que estemos viviendo y del tipo de circunstancias en las que nos encontremos. En otros casos hay personas que apenas tienen activado alguno de estos instintos, marginándolo por completo. El reto es satisfacer las necesidades reales de cada uno de estos tres instintos, pero sin pasarnos de la raya, tanto por defecto como por exceso.
El «instinto de conservación» nos lleva a poner el foco de atención en nosotros mismos ⎯y en nuestra familia⎯, especialmente en relación a nuestra seguridad y supervivencia físicas. Es nuestra parte más práctica y materialista, orientada a lograr los recursos económicos necesarios para lograr la estabilidad y prosperidad financieras. Este instinto nos llena de miedo a la escasez, a no gozar del sustento suficiente para proveernos una buena vida. Tiene que ver con los hábitos y las rutinas que establecemos para cuidar de la salud y el bienestar de nuestro cuerpo. Y con la pulsión de contar con un hogar (o refugio) en el que sentirnos cómodos y protegidos. Y en definitiva, nos motiva a buscar la autonomía y la autosuficiencia para que no nos falte de nada.
El «instinto sexual» nos lleva a poner el foco de atención en los demás, especialmente en aquellos con quienes mantenemos relaciones íntimas o deseamos mantenerlas. Es nuestra parte más presumida y seductora, orientada a atraer y conquistar a las personas que deseamos. Este instinto nos llena de miedo a no ser lo suficientemente atractivos y quedar rezagados en la competición sexual. Tiene que ver con lo que hacemos para adornar nuestra personalidad y tener más posibilidades a la hora de elegir a nuestra pareja o a nuestros compañeros sexuales. Y con la pulsión de caer bien, gustar, amar y ser amados, dar y recibir afecto, copular y procrear. Y en definitiva, nos motiva a buscar el modo de garantizar los mejores genes para nuestra descendencia.
El «instinto social» nos lleva a poner el foco de atención en cómo nos relacionamos y posicionamos socialmente, tanto en nuestros vínculos laborales como de amistad. Es nuestra parte más sociable y colaborativa, orientada a sentirnos útiles e importantes, gozando de cierto estatus, poder e influencia. Este instinto nos llena de miedo a ser abandonados, rechazados y excluidos. Tiene que ver con la necesidad de pertenecer a algún grupo o comunidad que comparta nuestros valores, sintiendo que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos. Y con la pulsión de contribuir, aportar valor, autorrealizarnos, impactar y dejar un legado en la sociedad. Y en definitiva, nos motiva a buscar nuestra vocación, así como a encontrar el sentido y el propósito de nuestra vida.
1 El creador de esta corriente fue Claudio Naranjo, quien los llamó «subtipos».
Los 3 instintos (o subtipos) del Eneatipo 3
Conservación. Cuando este instinto está más exaltado el ego tiende a poner el foco de atención en sí mismo, en su seguridad material y solvencia económica. Es un proveedor nato. Quiere ganar suficiente dinero para que tanto a él como a su familia no le falte de nada. Es excesivamente práctico y utilitarista, centrado en hacer lo necesario para conseguir los resultados esperados. Más que ser humano, es un hacer humano. A nivel emocional tiende a ser más frío, seco y árido. Evita ser el centro de atención y no le gusta alardear de su éxito. Hace lo posible por negar, reprimir y esconder su vanidad, pues sabe que no causa buena imagen. Da la impresión de que se siente muy seguro, pero tiene miedo de no dar la talla.
Sexual. Cuando tiene este instinto más pronunciado el ego tiende a poner el foco de atención en sus relaciones íntimas. Y en caso de tenerlos, en su pareja y en sus hijos. La vanidad le lleva a ser esclavo de su imagen, creyendo que su valor gira entorno a su atractivo físico. Trata de potenciar al máximo su belleza ⎯en muchas ocasiones de forma artificial⎯, compitiendo físicamente con los demás por ser el más deseado. Es una especie de persona-objeto. Tiene complejo de ser como la muñeca Barbie y el muñeco Ken. Le da pánico envejecer. Se disfraza de lo que haga falta para ligar. Y suele tener parejas muy guapas, a las que exhibe como trofeos. Está tan centrado en el envoltorio que por dentro se siente hueco.
Social. Cuando este instinto domina su personalidad el ego tiende a poner el foco de atención en la sociedad y en el mundo. Su mayor miedo es ser un don nadie. Y lo que más le importa es ser importante. Y esto pasa por lograr reconocimiento familiar, estatus social y éxito profesional. Potencia su vanidad perteneciendo a clubs lujosos y exclusivos para rodearse con gente VIP. Le gusta vestir con ropa de marca y tiene un punto exhibicionista. Dado que no cree en sí mismo se aferra a diversas credenciales externas para dotarse de cierto valor en el mercado. Suele tener un excelso currículum, protagonizado por numerosos títulos de prestigiosas universidades, así con una dilatada trayectoria con cargos muy pomposos.