Por Borja Vilaseca
Aunque la realidad es neutra, todo depende del punto de vista desde el que se vean las cosas, y eso es precisamente de lo que trata este cuento filosófico. Aunque para ti una tarea sea tediosa y puede que pienses que no tenga sentido alguno, para otra persona eso mismo puede ser una gran motivación. El propósito tras cada acción puede cambiar por completo su significado.
Tres albañiles estaban desempeñando la misma tarea a las afueras de un pueblo. De pronto apareció un niño, que se acercó a ellos con curiosidad. Estaba realmente intrigado por el tipo de obra que estaban construyendo. Al observar al primer obrero, se dio cuenta de que no paraba de negar con la cabeza. Parecía molesto y enfadado. Sin embargo, el chaval se armó de valor y le preguntó: «¿Qué está usted haciendo?» El albañil, incrédulo, lo miró despectivamente y le respondió: «¿Qué pregunta más tonta es esa? ¿Acaso no lo ves? ¡Estoy apilando ladrillos!»
Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. Por eso se dirigió al segundo operario, cuya mirada irradiaba resignación y tristeza. De ahí que en esta ocasión el chaval tratara de actuar con algo más de precaución. «Perdone que le interrumpa, señor», dijo al cabo. «Si es tan amable, ¿me podría decir que está usted haciendo?» Cabizbajo, el albañil se limitó a contestarle: «Nada importante. Tan solo estoy levantando una pared.»
Finalmente, el niño se acercó hasta el tercer obrero, que estaba silbando alegremente. Era evidente que estaba disfrutando de su tarea. Tanto es así, que el chaval se acercó con más tranquilidad y confianza. Y nada más verlo, el albañil le saludó: «¡Buenos días, jovencito! ¿Qué te trae por esta obra?» Y el chaval, con cierta timidez, le dijo: «Buenos días, señor. Tengo mucha curiosidad por saber qué está usted haciendo.» Aquel comentario provocó que el operario irradiara una enorme sonrisa. Y con cierto tono de satisfacción, le respondió: «¡Estoy construyendo el hospital infantil del pueblo!»
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Cuento extraído del libro “Aplícate el cuento”, de Jaume Soler y Maria Mercè Conangla.