Las ocho principales prácticas transformadoras del Eneatipo 8 – Eneagrama
Las «prácticas transformadoras» son el conjunto de insights y experiencias relacionadas con el cuerpo, la mente y el espíritu que más contribuyen al desarrollo de la consciencia y la reconexión con el ser esencial. Todas ellas están orientadas a dejar de alimentar y reforzar el ego, de manera que el yo con el que estamos tan identificados se vaya debilitando hasta que finalmente muera de inanición. Esta es la razón por la que al principio sintamos cierta aversión y resistencia llevarlas a cabo.
Prácticas transformadoras para el Eneatipo 8
Abrazar al niño interior. Debajo de su coraza se esconde un niño indefenso que arrastra heridas generadas en su infancia. Por aquel entonces era un chaval muy ingenuo y vulnerable, que se relacionaba con el mundo sin ningún escudo protector. Pero algo sucedió cuando era pequeño. Abusos físicos. Maltratos psicológicos. La muerte de alguien de su familia. La separación de sus padres. Bullying en la escuela… Sea lo que fuere que ocurrió perdió de golpe su inocencia, considerando que necesitaba protegerse tras un escudo para no sucumbir en un mundo gobernado por «la maldad y la injusticia». Para poder sanar es fundamental que abrace a ese niño interior herido que sigue habitando en su corazón, haciéndole saber que ya no necesita ir armado por la vida.
Soltar la culpa. Otro de los grandes desafíos que ha de superar es dejar de culpar a los demás y también de culparse a sí mismo. Se trata de una conducta egoica y destructiva que no le aporta ningún resultado positivo. Y que no tiene ninguna razón de ser. Principalmente porque todo el mundo lo hace lo mejor que sabe en base a su nivel de consciencia y su estado de ánimo en un momento dado. Además, es necesario cometer errores, pues estos son los que posibilitan el aprendizaje y el desarrollo espiritual. Y no solo eso: es absolutamente imposible que las cosas hubieran sido de forma diferente a como se han producido. De ahí que no tenga ningún sentido buscar culpables. Es muy recomendable que elimine la palabra «culpa» de su vocabulario. Y que la sustituya por «responsabilidad».
Perdonarse a sí mismo. Su proceso de transformación pasa por practicar el perdón. No en vano tiene un largo historial de conflictos con gente de su entorno más cercano. Para lograrlo ha de discernir en qué se equivocó en cada uno de estos desencuentros. Y asumir su parte de responsabilidad por haber cocreado dichos encontronazos. A partir de ahí es fundamental que se mire con compasión, entendiendo el dolor y la inconsciencia que le llevaron a actuar de esa manera. Al perdonarse a sí mismo está capacitado para hacer este mismo proceso con los demás, perdonándolos en su fuero interno por entender que no les movió la maldad, sino la ignorancia. Y más aún, atreverse a pedir genuinamente disculpas, mirándoles a los ojos mientras les expresa un sincero «lo siento».
Aceptar la vulnerabilidad. Cuando malvive identificado con el ego está convencido de que los demás son la causa de su sufrimiento. De ahí que haga todo lo posible por blindar su lado tierno y vulnerable. Y si bien esta coraza le aporta una falsa sensación de protección, llevarla puesta conlleva pagar un precio muy caro: le impide conectar e intimar a un nivel profundo. Su sanación pasa por aceptar su vulnerabilidad, comprendiendo que la causa de su perturbación no tiene nada que ver con lo que otros dicen o hacen, sino con su reacción impulsiva a dichos comentarios o acciones. El cuchillo que lo hiere está dentro ⎯en su mente⎯ y no fuera ⎯la gente⎯, como ha venido creyendo. Su liberación pasa por entender que los otros nunca le han hecho daño a nivel emocional.
Cultivar la comunicación no violenta. Otro aprendizaje vital consiste en aprender a abordar los conflictos con armonía, comunicándose sin agresividad ni violencia. O dicho de otra forma: con empatía y asertividad. Para lograrlo ha de ser consciente de cuál es su estado de ánimo antes de acudir a dichos encuentros. Y en caso de no estar centrado, posponerlos. Esencialmente porque para lidiar con el conflicto de forma pacífica uno tiene que venir apaciguado de casa primero. También ha de empatizar con el otro, entendiendo las razones que lo llevan a actuar de la manera en la que lo hace sin juzgarlo. Y a partir de ahí, permitir que ambas partes expresen con respeto y honestidad qué es lo que quieren y necesitan, encontrando juntos una salida que beneficie a ambos.
Practicar la mimoterapia. Para poder sanar también es muy recomendable que practique la mimoterapia. Se trata del arte de cuidar, mimar y amar genuinamente a sus seres queridos, dedicando tiempo y espacio a potenciar el cariño, el afecto y la ternura. Para ello es importante que se atreva a bajar la guardia de vez en cuando, conectando con su corazón y expresando sus sentimientos más profundos. Solo así descubrirá que no hay nada más poderoso, sanador y transformador que el verdadero amor. Y este consiste en desear la felicidad ajena, haciendo lo posible por atender y satisfacer las necesidades de los demás. Al actuar de este modo verifica empíricamente que lo que le hace a los demás en realidad se lo está haciendo a sí mismo.
Trascender la injusticia. Para poder transformarse ha de cuestionar su visión de injusticia, pues suele considerar «injusto» cualquier acontecimiento que dificulte ⎯o directamente imposibilite⎯ la satisfacción de sus deseos y necesidades. También ha de confrontar su sentido de justicia, el cual vincula con el acto de vengarse de aquellas personas que de algún modo u otro le han dañado o perjudicado. En tales casos tiende a llevar a cabo actos todavía más perjudiciales y dañinos que los acometidos por sus supuestos enemigos o agresores. Su sanación pasa por comprender que la vida no está regida por la injusticia, sino por la correspondencia: cada quién es correspondiente con aquello que vive para poder trascender su propio ego y evolucionar espiritualmente.
Liderar conscientemente. Otro de los mayores retos que tiene es dejar de comportarse como un jefe autoritario y convertirse en un líder consciente. Es decir, cambiar el ordeno y mando por la entrega y el servicio. Y es que el verdadero poder no consiste en dominar ni controlar a los demás, lo cual es en sí mismo otra forma de esclavitud. Por el contrario, se trata más bien de autogobernarse para ser dueño de sí mismo. Ahí radica su verdadera libertad. Así, en vez de reaccionar impulsiva y visceralmente frente a los estímulos externos, ha de aprender a responder libre y voluntariamente. Y para ello no le queda más remedio que domar a su fiera interna, encauzando su energía de forma constructiva y creativa. Y dedicar su existencia a aportar un bien a los demás.